XXI. BODA.

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( . . . )

MÁSSIMO COBRA:

Al llegar a dónde Samara solía estar nos avisaron al ingresar en su territorio que ella se había ido a unas de las carreras que solían correrse.

Decidimos ir dónde ella.

Al llegar vemos a cientos de personas entre ellas autos y armas.

—¿Es una escena de Rápidos y Furiosos? —preguntó Mustafá mirando al rededor.

—Las carreras ilegales si existen, Mustafá —dije—. Solo hay que saber dónde encontrarlas.

—¿Recuerdas la vez que terminamos en la comisaría? —miré a mí mejor amigo.

—¿No pensarás...?

Katherine se adelantó, había notado a Santo desde que llegó. Se encontraba entre varios hombres y algunas mujeres conversando.

Sin miedo alguno llegó a ella.

—Marcorious —Santo se levantó—. Es muy tarde para que estén aquí.

—Hablemos.

—¿Han tomado una decisión sobre mí propuesta?

—No, aún no —miró el flamante ferrari dónde Santo se encontraba apoyada—. ¿Corres?

—Si.

—Hagamos un trato —soltó—. Compitamos.

Todos estallaron en risas.

Nadie, incluyendo a nosotros, podía creer lo que había dicho. ¿Acaso había perdido la cabeza? ¿Quería competir contra Santo?

—¿Quieres competir? Lo lamento, linda —la miro con soberbia—. Hoy no vine a correr.

—De a mujer a mujer. Si gano, te unes a nosotros, si pierdo... Me voy y no vuelvo a molestarte.

—Tengo algo mejor —Se levantó—. Si ganas... Pues me uno a ti, pero si pierdes... Recuperamos Rusia y será mía.

Todos nos miramos entre nosotros.

—Hecho —aceptó Katherine sin inmutarse.

—¿Que estás haciendo, Marcorious? —tomé su brazo—. ¿Sabes que estás apostando?

—No me subestimes más, Cobra —me miró—. No soy tan inocente como parezco o como crees que soy.

La verdad era que tenía razón, no debí haberla subestimado.

La vi subir al auto que le habían ofrecido y prepararse para correr. No importo cuando Mustafá le dijera que no lo hiciera, a ella no le importaba nada.

Me acerque hasta la ventanilla del auto y me incliné hacia ella.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —pregunté.

—Me has salvado, Cobra y has hecho muchas cosas por mí —me miró con una pequeña sonrisa—. Ahora necesito que confíes en mí, ¿puedes hacerlo?

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora