XI. IMAGÍNATE TODO LO QUE TE HARÉ.

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( . . . )

ALESSANDRO LEONE:

¿Que es esta sensación? 

¿Que tengo sobre mí cabeza?

Sentía algo húmedo en mí frente y un peso sobre ello. Lleve mí mano a ese sitio encontrándome con algo cálido. Lo primero que vi fue el techo de la habitación y luego volteé mis ojos hacía Elizabeth. 

No estaba en la cama, estaba a mí lado, sentada en el piso con la cabeza apoyada sobre el colchón. Su mano sostenía el trapo húmedo en mí cabeza. 

—Elizabeth… —la llamé. 

—Mmhh… 

Ella solo se quedó ahí. Sin despertar. 

Intenté quitar su mano, esa acción provoco que se despertará. El ámbar de sus ojos mostró una gran preocupación al verme.

—¿Que paso? —preguntó—. ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? 

—Calma. No, estoy bien.

Quitó el trapo de mí frente y tocó la misma para verificar que no tuviera fiebre. Me generó mucha ternura ver su actuar.

Comprendí que había tenido una ataque de fiebre, como me pasaba cuando era niño. Hacia años que no me ocurría, pero de niño sufría mucho debido a mí entrenamiento bajo lluvia, frío o calor.

Mí madre

Ella era quien me cuidaba cuando tenía estos ataques... Cómo la extraño.

—Te prepararé el desayuno —fue levantándose de a poco, paso sus manos por las piernas, seguramente por haber pasado toda la noche en el suelo—; tu quédate aquí.

—Elizabeth, estoy...

—Nada de estoy bien —cruzó sus brazos—, eso mismo dijiste ayer y estuviste a nada de morir.

Sin decir nada más se retiró de la habitación dejándome solo.

Me quite el edredón de encima para dirigirme al cuarto de baño y ducharme. Quería quitarme toda la sensación de enfermedad.

El agua tibia cayó sobre mí. Pase mí mano por mí cabellera al estar completamente mojado.

« Estuvo cuidando de ti toda la noche, Alessandro »

Mí conciencia me reprochaba lo infeliz y desgraciado que era por hacerle esto. Ella daba todo de sí para hacerme feliz y yo no hacía más que mentirle.

Al terminar de vestirme estaba dispuesto a bajar con ella, pero me detuve en las escaleras al escuchar voces provenientes de la cocina.

Una era claramente Elizabeth, y la otra... Donnato.

« ¡Mátalo ahora y ya! »

Inhale y exhale repetidamente antes de llegar hacia ellos.

Entre a la cocina y los vi riendo. Parecía entablar una divertida conversación.

—Es demasiado temprano para las visitas —dije mirándolo con molestia—, ¿No crees?

—¿Estás echando a tu hermano que vino a visitarte?

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora