Especial Cobra y Leone (CORONACIÓN)

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Cinco meses y una semana después.

• Kolymá, Rusia •

( . . . )

MÁSSIMO COBRA:

La primera vez que se movió dentro de su vientre fue increíble. Sentí mí mundo entero en esas dos personas que estaban dándole color a mí gris universo.

Pateaba bastante fuerte.

Siempre que tocaba esa enorme panza, ella siempre se movía haciéndole cosquillas y provocando un poco de dolor en su madre. Ambos reíamos.

Ahora 12 de Enero de 2.020 a las 23:45 me encuentro mirando hacia el jardín mientras ambas están en esa habitación. Todos estamos en medio del pasillo, en piyama y medio dormidos, excepto yo que vuelvo a vivir este momento.

Nos tomo desprevenidos las contracciones de Katherine. Llamamos a la partera y enseguida la atendieron.

—Ya hemos avisado al Chamán del nacimiento —Conrad iba de un lado al otro—. ¿Siempre tarda tanto un parto?

—Algunos —respondió Samara—. ¿Puedes dejar de caminar de un lado al otro, Conrad? Me estás mareando.

—¿Ya tienen un nombre? —preguntó Dante.

No respondí. Estaba callado esperando escuchar cualquier sonido de esa habitación.

—Llegué —escuchamos al Chamán llegar.

Me volví hacia él y, justo en ese momento, escuché su llanto. Todo el mundo quedó en silencio, sin moverse. Giré lentamente la cabeza hacia la puerta de la habitación de dónde provenía ese glorioso sonido.

Había llegado.

Los presentes me miraron con una sonrisa. El Chamán se quedó sin habla, como en trance. La puerta se abrió eternos diez minutos después y la partera salió con todo lo que había llevado. Dejó la puerta abierta, sonriendo me hizo la señal de que podía entrar.

13 de Enero 2.020 justo a las 00:00hs. Nació ella, mí pequeña niña.

Caminé, despacio, y entré. En la cama vi a Katherine semi sentada en la cama, sonriéndole a la pequeña criatura en sus brazos... Nuestra hija.

La vi haciendo pequeños movimientos en sus manos, me acerqué para verla mejor. Era tan chiquita, de cabello castaño oscuro y piel blanca. Era la criatura más hermosa que mis ojos pudieron haber visto.

Katherine me sonrió y yo no pude evitar devolverle la sonrisa de la misma manera.

—Tu... —volvió a mirar hacia nuestra hija—. ¿Quieres cargarla?

—S-si —asentí.

Ella me extendió a la frágil pequeña hacia mí. Recuerdo el miedo que tenía cuando la tomé por primera vez, la pegué con sumo cuidado a mí.

Era tan pequeña y tan fuerte al mismo tiempo.

Su manitas se abrían y cerraban, tuve el normal instinto de llevar mí dedo hacia una de ellas. Su pequeña manita lo sujeto con fuerza.

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora