( . . . )
ELIZABETH KELLER:
« Dos semanas »
Dos semanas desde que había arribado en Londres. Es una ciudad tan bonita. La temperatura era perfecta, tibia para la época del año.
Los últimos días se había repetido el sueño una y otra vez. Ese candente sueño dónde ese hombre, al que nunca logro verle el rostro, me hace el amor como Dios manda.
¿Sueños?
Esa noche decidí salir, estaba cansada de estar siempre encerrada en la habitación o paseando.
Busqué entre mis cosas un vestido verde esmeralda de seda fina, corto hasta sobre la rodilla, finas mangas y espalda descubierta. Lo completé con unos zapatos de tacón negros. Recogí mí cabello en una coleta alta.
El valet del hotel fue amable al llamar un taxi en mí lugar y abrirme la puerta del mismo.
Llegué al club que estaba repleto de gente. Fui directo a la barra donde el barman atendía a sus clientes.
—Buenas noches —me dijo una vez frente a mí—. ¿Le puedo ofrecer algo, hermosa dama?
—Buenas noches —respondí con una sonrisa—. Una cerveza está bien.
—Como ordené.
Me quedé sentada en la barra media hora, rechazando algunas propuestas para bailar.
Luego sonó una de mis canciones favoritas, no pude evitar levantarme de mí lugar y dirigirme a la pista. Comencé a mover mis caderas guiada por el ritmo.
Pronto siento dos manos familiares en mí cintura, moviéndose con ella.
Alessandro...
—Aquí estás... —susurró en mí oído.
Pegó mí cuerpo al suyo.
No pude evitar sentir como mis traidoras hormonas reaccionaban a su tacto.
—¿Que haces aquí? —pregunté con nerviosismo y excitación.
—Vine por ti, ¿no es obvio?
Su lengua lamió el lóbulo de mí oreja.
Solté un gemido liberador, como si hubiera esperado esto por años. ¡Maldito desgraciado!
—No te quiero aquí, Alessandro.
—Si, me quieres —apretó mis caderas—. Apuesto a que estás tan mojada ahora.
—No dejaré que lo hagas de nuevo —negué—. No voy a volver contigo para que sea lo mismo.
—Me comporté como un idiota, lo siento —Hundió su rostro en mí cuello—. Prometo que cambiaré, que seré diferente.
Me gire hacia él. La poca luz que había me dejaba ver su cansada mirada y la barba que le estaba creciendo.
¿Ha estado así por mí?
No podía dejarme llevar así, por las emociones y lo que aparentaba. Tenía que saberlo:
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VERDADES DOLOROSAS [En Edición]
RomansaUNA MENTIRA PARA MANTENER APARIENCIAS. Una joven dulce, inocente y pura, que cometió el peor error de una mujer... Se enamoró del hombre equivocado. La inocencia que se convierte en odio. Un odio que viene con venganza. Y una venganza que se convier...