XXXVII. CORONACIÓN.

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KATHERINE MARCORIOUS:

Al abrirse las puertas sabía lo que me esperaba. Miradas indiscretas y dudosas. Sabía que habían muchas personas dudaban de mi, que seria difícil lograr que creyeran... Pero por ahora lo más importante era la seguridad de mi familia.

Lo primero que vi fue a los Chamán. Admito que los nervios se propagaban por mi cuerpo, hasta que vi a Mássimo y a nuestra hija junto a él.

Él estaba tan apuesto con su uniforme, tan sexy, que casi le salto encima, y ¿que decir de mi bebé? Era la más hermosa de todas. Me puse recta y antes de salir solté un suspiro. Mis pasos resonaban en la sala. Como esperaba, sentí la mirada de todos en mi, yo solo caminaba hacia delante.

Casi al final, junto a los líderes más importantes, vi a los Leone. Toda la familia, junto a Alessandro Leone más abajo estaba Elena. Se veía que había crecido.

Seguí sin darle más importancia. Hasta llegar frente a los Chamán.

Bog vernul tebya domoy. (Dios te trajo de nuevo tu hogar) —empezó el Supremo Chamán.

YA boleye chem blagodaren za eto. (Estoy más que agradecida por eso) —le respondí.

Él me sonrió. Alzó sus manos sobre mi cabeza sin tocarla.

—Te, kto ostavil svoyu zhizn' vmeste s kazhdym stolpom, na kotorom stroilas' imperiya. (Aquellos que dejaron su vida atrás junto a cada pilar que construyó un imperio) —continuó él—. Tekh, kto nosil tvoyu krov', tekh, kto smotrit na tebya so svoikh zvezd. (Aquellos que llevaron tu misma sangre, los que te miran desde sus estrellas)

Alzó su dedo hacia el cielo y luego lo bajo hasta centímetros de mi frente.

—Teper' posmotri na nikh tozhe, Katherine Marcorious. (Ahora míralos tu también) —tocó mi frente y en ese momento todo se puso negro.

No veía nada más que oscuridad.

—Moya devushka (Mi niña) —su voz sonó como un susurró.

Extendi mis manos hacia la oscuridad... Podía tocarla, por instinto la empujé y esto se abrió como si fueran dos puertas enormes.

Era un salón enorme, dónde ya había estado, cuando era niña. Camine escuchado el eco de mis pasos, detrás de lo que parecía ser la silla de un jefe o rey, había una ventana por la cual entraba la fuerte luz del sol.

Avance hacia allí, tenía dos largas cortinas blancas que bailaban por el viento. Llegué al balcón a través de ellas. Ahí estaba él, apoyado en la barandilla de cemento, mirando hacia las montañas. Era nuestra casa.

—Papa. —lo llamé.

Éste se giró en mi dirección, —. Moye budushcheye.

Al verlo no pude evitar correr hacia donde estaba. Él me recibió con los brazos abiertos... Se sentía tan real. Papá era bastante más grande que yo, sus brazos eran cálidos.

Sentía que realmente estaba ahí.

—Mis ojoslevantó mi rostro hacia el suyo—. Mira donde estas.

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora