Los seres que perdimos

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Uraraka escuchó un pequeño ruido, lo que hizo que se despertara de inmediato, encontrándose con que Lucky estaba justo detrás de D'Angelo, con un cuchillo en su cuello y en una clara posición de que lo mataría allí mismo si no decía algo que la convenciera de dejarlo ir.

—Oye, no estoy acá para hacerles daño, no hace falta hacer un escándalo, vas a despertarlo.

—Le dieron tantas pastillas que si despierta mañana será considerado milagro médico, así que habla ¿Qué haces aquí?

—Solo estoy preocupado, es todo.

—No soy sobreviviente de guerra por ser idiota ¡HABLA!

Atrás había quedado aquel tono alegre y amigable que usaba Lucky, esta vez su voz era fría y demandante, no parecía en lo absoluto la mujer que había estado con ellos durante aquellos días en Damasco, a quienes muchos comparaban con una pequeña niña por su forma de actuar, la de ahora tenía una manera de hablar que recordaba a la de un asesino que ya tenía sobre sus hombros muchos cuerpos sin vida descansando.

Uraraka trató de levantarse, Lucky le hizo un gesto para que no lo hiciera, debido a que su condición seguía siendo bastante mala, eso y que no había dormido del todo bien, ella insistió en dormir en una silla para poder sentarse al lado de la camilla de Bakugou y así poder brindarle algo de seguridad en ese momento en el que estaba tan perdido, por lo que fácilmente podría caer al suelo del agotamiento si hacía algún movimiento.

Lucky se había quedado a un lado en una esquina de la campaña médica, en silencio, vigilando que no les pasara nada, aunque ella no le terminaba de agradar ya que había algo que la hacía sentir incómoda, no dudó en descansar si ella estaba cerca, porque si bien sentía desconfianza, también tenía claro que ella tenía cierta fijación con Bakugou, no romántica precisamente, pero sí una que haría que sacara su cuchillo y lo colocara en el cuello de uno de sus aliados solo porque "era sospechoso".

—¿Qué haces acá?— Preguntó Uraraka desde donde estaba.

—Vengo a ayudar, con mi quirk. Podría explicarte más si dejara de tener el filo de un cuchillo en mi yugular.

—No confío en ti, haz un esfuerzo por hablar así—Respondió de inmediato Lucky.

—Bien— Dijo D'Angelo sin dar ningún paso, nervioso de provocar a aquella loca que parecía tener doble personalidad—Vine a ayudar a ambos con su dolor, a que lo puedan sobrellevar mejor.

—Tú no tienes ningún quirk médico, de ser así la coronel ya te habría llamado— D'Angelo pensó seriamente que a Lucky no se le escapaba absolutamente nada y eso lo asustó.

—Mi quirk se llama "empatía" ¿Ok? Puedo absorber parte de lo que sienten y así aliviar sus cargas, ya sea dolor, miedo, angustia, ira...lo saco de sus cuerpos y hago que toda esta mierda sea más fácil de llevar para ellos.

—¿Y a dónde van esas emociones?—Cuestionó Lucky.

—A mí, pero lidio con eso, si es que te preocupa que luego yo me vuelva loco ¡Ahora, quítame ese cuchillo!

Uraraka se quedó mirando a ambos, nunca había escuchado de una peculiaridad de ese tipo, un quirk así no es muy útil para un héroe profesional, no podrías detener a alguien solo por absorber sus emociones, pero ahora que estaba en un sitio así, sentía que ese era, no solo un poder realmente importante, sino también uno muy amable.

Le hizo un gesto a Lucky, que alejó el cuchillo del cuello de D'Angelo, dejándolo avanzar sin apartarse de él ni un segundo, este se acercó a Bakugou, habían estado entrenando juntos por varios meses en la academia para llegar hasta Damasco, no es que hubiesen intercambiado mucho entre ellos, pero si había conocido su lado orgulloso, ese carácter de que podía con todo y sus acciones que daban fe de ello, si bien no le agradaba porque pensaba que el hecho de ser un héroe generaría problemas en la guerra, él había demostrado que podía actuar, al igual que esa chica heroína, la cuestión era que observarlo allí dormido, gracias a la gran cantidad de pastillas, viendo su cuerpo vendado por todas partes, su brazo facturado, su piel con múltiples cortes y golpes, su cabello todavía con rastros de sangre y pólvora...

Sin lugar para los débiles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora