Tiempos buenos crean hombres débiles.

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Esa mañana había sido realmente tranquila, no había temblores incontrolables ni tampoco aquel sudor frío recorriendo su cuerpo, ni siquiera recordaba haber tenido ese mal sueño pese a todo lo que había visto ese día, no había tomado ni una pastilla y ahora tampoco sentía que la necesitaba.

Lo primero que vio al levantarse fue a Bakugou frente a ella, lucía tranquilo y pacífico, una imagen que estaba segura casi nadie, o absolutamente nadie, conocía de aquel chico. Recordó aquellas revistas de moda, en donde sus seguidoras confesaban que soñaban con poder verlo aunque sea una vez durmiendo o con su rostro luciendo de esa manera en paz y no feroz como usualmente solían verle en los medios. El rubio hizo un pequeño gesto de molestia, el sol había comenzado a pegarle en los ojos, estaba segura que aquellas chicas matarían por ver al temible Ground Zero haciendo un puchero como el que acaba de hacer, y ella podía verlo en primera fila sin el mayor esfuerzo.

Iba a colocar su mano sobre su rostro, pero se detuvo a medio camino, se repetía internamente que aquello estaba mal pero no hacía nada para evitarlo, anoche no había pasado nada entre ellos, pero eso no podía describirse como una situación normal.

—Despierta, los dos tenemos que trabajar hoy.

—Todavía es temprano.

—Vamos, tú no tiendes a ser así de perezoso.

—Hoy hay razones para serlo— Comentó mientras se sentaba en la cama y dejaba salir un bostezo— ¿Dormiste bien?

—Sorpresivamente sí...gracias.

—¿Por preguntar o por hacerte compañía?

Se lo pensó unos segundos.

—Por hacer el desayuno ¿O prefieres que lo haga yo?

—¿Es eso una amenaza? — Indicó mientras esquivaba una almohada que Uraraka le había lanzado— Fallaste, tonta— Algo que era mentira, puesto que al voltearse allí estaba la almohada que, por efecto de su quirk, se levantó en el momento justo para darle en la cara.

Mientras el rubio soltaba una palabrota al verse atrapado por aquel pequeño truco, Uraraka dejó salir una carcajada. Pasaron los minutos y ella se quedó en aquella cama, pensando sobre lo que había visto anoche y la decisión que ya había tomado, debería pensarlo un poco más pero estaba segura de ello, tanto que le asustaba.

Tomó su teléfono y le envió un mensaje al peliverde, tenía que hablar con él esa misma noche, no solo sobre la decisión que había tomado sino también tratar de abordar lo de ellos, un tema que no habían tocado hasta ahora, pero sabían que era inevitable.

Fue atraída por el olor que salía de su cocina, allí estaba el rubio, solo con aquella camiseta y bóxer, cocinando el desayuno con total naturalidad, como si aquel departamento no le fuese un lugar extraño, parecía totalmente cómodo allí, incluso podía decir que a ella no le parecía para nada inusual verlo allí quejándose de su carente habilidad para la cocina y por no tener casi nada en la nevera más que comida instantánea.

Eran contadas las veces que aquella imagen se había dibujado en su apartamento, pero se sentía como algo natural, mientras que con Deku había una sensación extraña, al principio se dijo así misma que todas las relaciones empezaban de esa manera, que poco a poco se acostumbraría a que él formara parte de su día a día, pero nunca sintió acoplarse del todo a él, o más bien, a lo que ellos dos trataban de ser.

Sabía que lo quería y al estar en el instituto aquello estaba bien, estar con quien quieres es más que suficiente, pero poco a poco eso no basta, al pasar los años lo comprendió, pero no tenía el valor para decirlo en voz alta.

Sin lugar para los débiles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora