La masacre de la Fracción Suicida

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Las carcajadas pararon de golpe al igual que los comentarios, Müller y Lucky desaparecieron y los demás se movilizaron rápidamente a dónde habían escuchado el disparo, encontrándose con su capitán con un rifle en la mano, Lucky a un lado de él y a Murray sobre D'Angelo, que tenía el rostro tapado con sus dos manos mientras sollozaba.

—¡Mírame! Lo último que debes hacer es algo así, eres un sobreviviente junto a mí ¿Qué ocurrió?

—Lo siento, lo siento, solo mátame, por favor ¡Capitán, solo deme esa maldita arma!— Gritaba D'Angelo como un loco.

Ninguno de los de la sala entendía lo que estaba ocurriendo, él era un hombre que por lo general permanecía sereno hasta que entraba en el campo de batalla, pero allí estaba, con la compostura totalmente perdida y rogando que le dejaran quitarse la vida.

Brown se hizo paso entre sus compañeros, ella reconocía perfectamente ese tipo de comportamiento, lo había visto cientos de veces en sus interrogatorios.

—¿Para quién trabajas, traidor?

En el momento que Brown habló, Murray por acto reflejo colocó su cuerpo sobre el de D'Angelo, cubriéndolo, momento en que Schlange y Lucky aparecieron justo frente a ellos, cada una con espada en mano, siendo desviadas por Müller que rápidamente desvió el ataque de ambas hacia un lado. Por un momento nadie se movió de dónde estaban, sin verle la cara a ninguna de las dos mujeres que habían atacado, sabían perfectamente que así lucía una sentencia de muerte.

—¡Atrás, las dos, AHORA!— Gritó Müller, sacando una de sus cuchillas, dispuesto a defender a los soldados detrás de él.

—Ese tipo es un traidor, si vendió a mi gente yo misma me encargaré de cobrarle cada vida— Respondió Schlange.

—No lo vi...es peligroso, estas son muy malas noticias— Prosiguió Lucky.

Bakugou pensó que en cualquier momento ocurriría una batalla allí mismo, al voltear a buscar a Uraraka, notó que no estaba a su lado, iba directo hacia sus superiores, colocándose entre Müller y Lucky y la coronel, extendiendo ambos brazos.

—¡Deténganse! Si D'Angelo es un traidor, al menos tenemos que hablar con él, bajen sus armas. Debemos escucharlo primero.

—Soldado, apártate ¡Es una orden!— Exclamó la coronel.

—No lo haré, entiendo su furia, pero...

—¡Soldado!— Volvió a repetir, colocando el filo de su espada en su cuello.

—¡ELLA TIENE RAZÓN!— Gritó Murray, todavía abrazando a D'Angelo que yacía en el suelo conmocionado— Él pudo habernos traicionado, aunque todavía no sabemos cómo, pero no es un mal hombre ¡No lo es!

—¿Y cómo demonios sabes eso?— Indicó la coronel— Este tipo nos ha expuesto, algo muy malo nos podría pasar pronto ¡Y no pienso dejarlo sin pagar por eso!

—¡Si fuese solo un traidor no hubiese tratado de matarse!— Respondió ella.

—¡Los cobardes huyen así!

—Él no es un hombre malo— Insistió Murray.

D'Angelo empujó levemente a Murray, tratando de hacerla a un lado, se levantó en ese momento, ante la mirada de todos, caminó a un lado de Müller sin decir palabra alguna, se colocó justo donde estaba Uraraka y tomó el filo de aquella espada de su coronel, colocándose en su cuello.

—No le hagas caso a esa mujer loca...ellos saben nuestra posición, vendrán acá. Soy un traidor, vamos, hazlo, hazlo, hazlo— Decía apretando fuertemente el filo, cortándose la mano— ¡MÁTAME DE UNA MALDITA VEZ!

Sin lugar para los débiles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora