Capítulo veinticuatro: Sentimientos.

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Después de desmayarme lograron reanimarme en dos minutos. Estaba apenada, sin embargo, ellos no le vieron problema alguno, e incluso, el señor Depp creyó que había sido normal debido al estrés que había acumulado en la última semana. Ayudada por ambos, me condujeron a la oficina de Gary, que era la misma puerta a la que había tocado hacía algunos minutos para darle al señor Depp el folder azul.

Gary me sentó en un sofá que había frente a su escritorio. Era color caqui y su oficina moderna en colores neutros. No me gustaba, pero tampoco estaba mal decorada. Frente al sofá, estaba una pequeña mesa ovalada de madera, donde observé que había cigarrillos y ceniceros. Fruncí ligeramente el ceño; odiaba el cigarro. Gary salió de su oficina, y desconcertada, lo miré irse.

—Estará aquí en cinco minutos —me anunció el señor Depp, sentándose junto a mí. Le dediqué una sonrisa de lado, como sí me hubiera leído el pensamiento.

— ¿A dónde fue? —no quería sonar entrometida, pero la pregunta había brotado de mis labios sin poder yo detenerla. Él se acomodó el chaleco que llevaba, y me miró directamente.

—Gary es un hombre veloz —explicó— fue por tu contrato para la película.

—Oh —exclamé. El aire se me había escapado de nuevo, como sí me hubieran dado un derechazo en el estómago y me hubiesen sofocado; ¡Tenía trabajo! Y no como extra, o co—estelar, o algo recurrente. ¡Para nada! Sería Katniss Everdeen, uno de los personajes literarios femeninos más influyentes de los últimos tiempos. ¿Acaso estaba soñando? ¿Sería acaso que después de tantos golpes y caídas, la vida en serio había sentido lástima y me mostraba una faceta amigable? Suspiré; ¿Cuántas veces no había pensado lo mismo y me iba terrible? Apretujé mis sudorosas manos una contra la otra, esperando en cualquier momento el inevitable suceso que desencadenaría sin duda, lo peor.

Fijé mí vista en el señor Depp, que con una mano sobre su rodilla, miraba a la nada. Pensativo. Mordí ligeramente mí labio, mientras me preguntaba ¿Qué sería lo que lo tenía así de concentrado? Siempre estaba pensando, y ese aire pensativo, le daba a su fisonomía un tono aún más varonil.

— ¿Qué? —preguntó, sorprendiéndome con su voz baja y ronca la cual logró estremecerme. Negué con la cabeza.

—Nada —me apresuré a responder. Levantó su labio un poco, lo que pareció una sonrisa de lado, para después volver a perder su vista en la nada.

Era raro.

Ross entró por la puerta, y atrajo nuestra vista. Venía sonriente, y con papeles bajo el brazo.

Sin duda, mí contrato.

— ¿Cómo te sientes? —Preguntó. Tomó una silla de cuero y la colocó frente a la ovalada mesa, al otro lado, frente a nosotros. Sonreí de lado.

—Bien —dije, con voz temblorosa que indicaba todo lo contrario. Él sonrió aún más amplio.

—Eso es bueno —musitó, y me tendió los papeles— Puedes leerlos, aunque Johnny ya lo hizo —me advirtió. Los tomé entre mis manos, y una especie de calor se extendió desde la yema de mis dedos por todo mí brazo. Los coloqué sobre la mesa, y después de ver de reojo al señor Depp, negué con la cabeza.

—No es necesario. Confío en él y en ustedes —Gary sonrió— Así qué, ¿Dónde firmo? —Pregunté, juntando todo el valor y convicción que podía tener dentro de mí. Un bolígrafo osciló el aire, y de la mano de Gary fue a caer a la mía. Lo miré fijamente, y apoyé los documentos en la mesa. Un grito de emoción expiró de mí alma en forma de un suspiro inaudible que escapó de mis temblorosos labios.

El pasado jamás se olvida [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora