Capítulo veintinueve: Hard Rock Café.

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La noche de insomnio que había pasado no se comparó a ninguna de las que hubiera pasado antes en mi vida. Mis uñas habían recibido el impacto de los nervios, ya que las había mordisqueado casi hasta la cutícula.

El despertador de mi mesa de noche señaló las nueve de la mañana. Hacía rato que mis hermanos se habían levantado y encendido el televisor de la sala. Reían, con algún programa que yo no identificaba. Sus risas eran lindas, puras, incluso la de Peter. Las lágrimas bajaron lentamente por mi rostro, sin dejar de sonreír ante cada carcajada que soltaban.

No quería que les ocurriera nada.

Me levanté. No tenía caso quedarse en la cama lamentándose, lo mejor era pensar que debía hacer ante el conflicto, pero ¿Qué? Podría hablar con algún oficial de policía, o... No sabía, no sabía con quién trataba. A veces creía que la policía no servía de nada.

Al sentarme, me estiré y tomé mi celular. Lo encendí y lo vi durante unos segundos intentando recordar para que lo quería. Después recordé y me dirigí a la agenda de contactos y marqué el que tenía "Robert D. Jr."

Que tuviera un problema, no significaba que me olvidaría de mi amigo.

—Robert, aquí —se escuchó después de tres timbres. Sonreí aliviada.

—Hola, Robert —dije—. Soy yo, Scar.

—Hola, Scar... Es algo raro, lindo, y nuevo recibir una llamada tuya. ¿Sabes? —Sonreí, negando con la cabeza—. ¿Necesitas algo?

—Saber cómo estás.

—Bien, ¿Por qué debería estar mal? —inquirió.

—Leí por ahí sobre... lo de... lo de tú esposa.

—Oh —exclamó en voz baja.

Duramos unos segundos sin hablar, y me sentí ligeramente incómoda

— ¿Tienes el día libre? —me preguntó al fin.

—Sí, claro.

—Me gustaría tratar esto en persona... Nos vemos en el Hard Rock café a las dos ¿Te parece bien?

—Hard Rock café a las dos. Lo tengo.

—Bien... Nos vemos —Se despidió, y colgó.

Hice lo propio con mi celular. Suspiré pesadamente, y vi a mi alrededor: Me sentí algo sola. Indefensa. Débil. Un sentimiento que tenía mucho sin experimentar.  Mordí mi labio, pensativa, debía hacer algo, actuar, moverme a algún sitio. Casi podía apostar que si miraba hacia afuera encontraría en algún u otro lugar a alguien observándome, controlando cada paso que doy, o respiro que hago.

—Que mierda —exclamé, pasándome una mano por el cabello.

Me metí a la ducha. Era relajante sentir agua caliente correr por mi cuerpo, mi sistema nervioso se encendía, y mi cansancio inexistente desaparecía aún más. Cerré los ojos visualizando alguna salida, alguna alternativa, algo que hacer. Pero no la había. Bueno sí, pero era algo que no tomaría.

No volvería con Johnny por ayuda, nunca.

Enredé la toalla en mí cabello y otra alrededor de mi cuerpo. Salí a mi habitación y comencé a secarme y cambiarme. El calor en Mayo en los Angeles era... excesivo, así que pronto comenzaron a correr gotitas de sudor por mi cuerpo en vez de agua de la ducha.

Cuando terminé de cepillarme el cabello, salí a la sala. Mis hermanos habían tomado ahora los controles de los videojuegos. A veces temía porque se volvieran esclavos de la tecnología. Pero ya que lo pensaba bien, los prefería adentro del departamento jugando a estar afuera, con él...

El pasado jamás se olvida [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora