Capítulo veintiséis: I'm a Mess.

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Me miraba fijamente en la falsa versión que el reflejo del enorme espejo del baño me obsequiaba de mí misma. Mordí mí labio; definitivamente el castaño no era mi color favorito para el cabello. Bufé a la vez que mentalmente enumeraba varias imperfecciones que encontraba en mí rostro; Aún quedaban pequeñas señales de los moretones, algunos rasguños y manchas pequeñas en la piel. Entonces, al verme tan imperfecta me preguntaba; ¿Seguía siendo atractiva? Aunque, ¿Alguna vez lo había sido?

 Salí del cuarto de baño a la perfumada habitación. Como mis hermanos habían llegado, decidí que lo mejor era mudarse a un Motel hasta encontrar una casa decente, no para mí, para ellos. No quería que enfermaran. Gary me había dado un pequeño adelanto de mí sueldo, así que podía costearme no sólo el Motel, sino que también podía darles algunos lujos; llevarlos a cenar a donde quisieran, ropa nueva, Richie aún pedía juguetes y Peter, bueno, él era callado. Siempre había sido así.

 Mis ojos ahora veían la cama, ahí sobre el edredón reposaban dos cambios de ropa, y de nuevo el karma de toda chica me atacaba:

¿Qué debería usar? ¿Casual o elegante? ¿A dónde iríamos? ¿De qué hablaríamos?

Suspiré, y encogiéndome de hombros tomé el cambio casual que consistía en un ligero y colorido vestido primaveral. Un peinado sencillo, y sandalias. Sí, definitivamente eso iba más conmigo que los tacones y los peinados extravagantes. Ya había sufrido en aquella semana una mala experiencia con esos cambios en las grabaciones.

Comencé a cambiarme; A pesar de estarme muriendo de los nervios, había otro sentimiento mil veces más fuerte que dejaba los nervios neutros casi por completo; ¿Amor? Alisé el vestido, y entré en las sandalias. Me acerqué al peinador y me miré fijamente de nuevo. Tomé con una mano temblorosa el rímel y lo apliqué con cuidado. Labial muy poco, y el cabello suelto húmedo.

Me sonreí.

—Señorita Blackwood —La voz grave de Albert se escuchó después de algunos toquidos a la puerta. Vi el reloj; Las ocho en punto—. He venido por usted.

—Sí, en un momento —le respondí. Me miré de nuevo en el espejo, y tomé un bolso por si acaso necesitaba guardar algo. Mis ojos echaron una ojeada pensando en si necesitaba algo más, y de pronto recuerdo; Corro y tomo una botella que había comprado de perfume. Jamás había usado más perfume que el del jabón debido a su excesivo costo, pero ahora podía comprarlo. Esparcí dos gotitas en mí cuello y cerrándola, salí al pasillo donde Albert me esperaba impasible. Le sonreí.

—Buenas noches, Albert. ¿Qué tal? —Saludé, sintiendo un ligero mareo por los nervios.

—Buenas noches, señorita Blackwood —Contestó, solemne—, se ve usted de maravilla. —El cumplido hizo que un fugaz sonrojo me invadiera. Tosí levemente y me encogí de hombros.

— ¿Le gusta? —Me atreví a preguntar, viendo el vestido.

—Tenga por seguro que lo deslumbrará —Me volví a sonrojar ante la alusión a Johnny—. Ahora, si no le molesta, vamos un poco tarde. ¿Me acompaña? —Y me extendió su brazo. Asentí aun roja y tomé su brazo firme y fuerte. Mis hermanos ya sabían que me iba, así qué bajamos directo al vestíbulo para después dirigirnos al estacionamiento donde el lindo y lustroso coche nos esperaba. Albert abrió la puerta del copiloto y me sorprendí un poco al no ver a Johnny con él. Entré en el auto, desconcertada. Albert encendió motores.

— ¿Y el señor Depp? —Interrogué. Él se puso en marcha, y mientras daba reversa al coche respondió:

—En casa. Esperándola.

—Ah —Dije.

¿En casa? Pensé que saldríamos, aunque, ¡Tanto mejor! Siempre odié los restaurantes, aún cargaba con la amarga experiencia que había dado lugar en Londres, con Johnny, Danny, Megan y Debbie. Estuvo para morirse.

El pasado jamás se olvida [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora