La respiración se me entrecortaba. Podía sentir las luces por encima de los parpados. Me relajé todo lo que pude y conseguí con éxito adentrarme en lo que debía.
Abrí los ojos, y frente a mí estaba Gale Hawthorne. Me miraba con una mirada fría, ojos inexpresivos, una mezcla entre lástima e impotencia.
—Katniss, el distrito doce ya no existe.
La sorpresa se reflejó en mi rostro, el golpe tan duro debía verse en mis facciones. No respondí.
— ¡Corte!
Suspiré levemente; el set de grabación se quedó en silencio durante algunos segundos. Gary se levantó de la silla que ostentaba para las grabaciones y se colocó en medio de todos.
Sonrió.
—Felicidades. Hemos terminado de filmar —Un aplauso unánime envolvió las palabras de Gary—. Pueden irse a casa. Descansen todo lo que puedan, no vean televisión: Las críticas pueden desanimarlos y deprimirlos. Nos vemos en la premiere en New York, no lleguen tarde.
Los aplausos se volvieron a escuchar y yo me uní a ellos. Ya me había levantado de la camilla del falso hospital. Después de los aplausos las personas comenzaron a dispersarse, abrazarse e inclusive, a seguir planificando la fiesta para honrar la finalización de la película.
Yo no iba a ir, por supuesto. No era muy afín a las fiestas.
—Claro que irás —la voz distorsionada de Robert sonaba molesta—. ¿Sabes lo que hay en esas fiestas?
— ¿Comida? —dije, acomodando un mechón de cabello tras de mi oreja. Iba camino a casa en el taxi, y la llamada de Robert me había atrapado por sorpresa. Desde que nos habíamos visto en el Hard Rock Café, eran más frecuentes sus llamadas. Y no me molestaba.
—Más que eso. Vamos, tienes que ir. Debes de ganarte amistades, Hollywood es un mundo que se mueve por fiestas y contactos.
—Yo no quiero ser de esas personas —murmuré, acongojada. Pude ver la desesperación de Robert a través del auricular.
Por fin, suspiró.
—Vamos, Scar... —insistió. Fruncí el ceño, pensé que se había dado por vencido—. Te acompaño si quieres.
—No...—suspiré—, no sé... No sé, Robert.
—Lo tomaré como un sí. Paso por ti a las siete treinta
—No, ¡Robert Downey Junior no he dicho que sí...!
Pero colgó.
Bufé, ¿Cuándo había ido yo a una fiesta? A muchas, sí, pero a servir el vino y limpiar los residuos. Era muy diferente a ir de manera de invitada. Hice una mueca, y pasee la mirada por el taxi. Conocía a Robert, así que, de alguna u otra manera me obligaría a asistir.
No, no, no...
Cuando entré al departamento, me sorprendí un poco al verlo tan solitario. Pero mis hermanos seguían en el colegio, había salido temprano ese día.
Me senté en el sofá, y miré el techo. Quería ducharme, pero antes debía decidir si iba a ir o no. Aunque, eso ya estaba más que decidido.
Saqué el móvil, y mandé un mensaje de texto a April; si quería lucir bien, o presentable, quería la asesoría de una chica como ella. April se mantenía a la vanguardia de la moda, de maquillaje, y todas esas cosas femeninas para las que jamás tuve tiempo. Guardé el móvil, y caminé a mi habitación. Antes de que terminara de sacarme toda la ropa, mi celular vibró.
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El pasado jamás se olvida [#1]
Fiksi PenggemarScarlett Blackwood no era una típica joven de su edad: Todas las noches la misma pesadilla funesta sobre el homicidio de sus padres la cubría como un negro manto, y la hacía despertar, para caer bruscamente a una realidad que no estaba segura fuera...