CAPÍTULO 5

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Emily

Llevaba casi 15 minutos sentada frente a él. El muy... ¡Ah! Ni siquiera había pronunciado una sola palabra. ¡¿Para que demonios me mando a sentarme de nuevo, si no iba a decirme nada?! ¡Maldición!

Mire el reloj que tenia amarrado a mi muñeca; me quedaba algo suelto. Me comenzaba a desesperar que estaba llegando la hora de tomar mi medicamento, y necesitaba ir por el en mi bolso.

Comencé a mover mis piernas en señal de desesperación. Mi rostro denotaba enojo, enfado, furia; y él tan... relajado. Era la primera ves que lo veía tan relajado y en parte me enojaba.

Alzo su mirada hacia mí unos segundos, y la regreso nuevamente al pedazo de papel.

<<A la mierda. Me largo de aquí>>

Me puse de pies para marcharme y...

—¿A donde cree que va, señorita? —pregunto, una ves le di la espalda.

Me gire par encararlo. La incredulidad en mi rostro fue muy evidente. <<¿Pero y que se cree este?>>

—Siéntese —ordenó, como siempre.

—Dígame, ¿cuál es su maldito juego? —pregunte indignada. —No estoy para esperar or un despido, cuando claramente, dije que renuncio. Tengo algo más importante que hacer y no es precisamente trabajo, puesto que he dicho y le vuelvo a recalcar que renuncio.

—Y yo no he terminado de hablar con usted. —Soltó tan tranquilo que me daba más coraje.

—No ha terminado, porque ni siquiera a comenzado a hablar —espeté. —¡Llevo 15 minutos, o mejor dicho, mas de 15 minutos sin que pronuncie una sola palabra! Yo no tengo tiempo para perder cuando es algo que ya sé que va a suceder.

—¿Desde cuándo es tan grosera? No le consocia ese lado.

—Fíjese, lo aprendi del mejor —dije con ironía, mientras le mostraba una sonrosa tan falsa, cuando lo que quería era golpearlo. Y era la primera ves que sentí las ganas de golpearlo.

—Basta. Siéntese y hablemos... Tengo algo que ofrecerle. No creo que quiera rechazar esta oportunidad.

—¡Claro! Ofrecerme el despido, y claro que lo acepto —dije alterada. —Ya me canse de sus gritos, sus jetas, de su grosería, de sus amenazas ridículas; ¡estoy harta!

Lo escuche suspirar de la frustración, acto seguido, se levanto de su lugar y caminando, se detuvo frente a mi. A una distancia prudente, que agradecía, porque  de tenerlo cerca, de seguro, con el coraje que tenia, le pegaría. Y ganas no me faltaban. La cara de Dios griego que tenia, quedaria marcada para siempre. Por que de seguro, con la cachetada que tenia ganas de pegarle, seguro la recordaría siempre.

—Le propongo que diseñe la próxima colección. ¿Así o mas claro?

Dejo escapar una risilla burlona.

—¿Perdón?

—El diseño que entrego a manos de la señorita Smith, jamas lo había visto en ninguna de las propuestas anteriores de ambos grupos de diseño.

—¿Es enserio? —dije incrédula. —Desde el día uno, me ha humillado cada día. ¿Y tiene el descaro de pedirme tal cosa? Pero hasta hoy... —aseguré —...hasta hoy llego su maldita humillación. No acepto su propuesta. Suena bien, pero no la acepto. Usted no supo agradecer el gesto que tuve en querer ayudarle, y solo lanzo reclamos. Y no quiero trabajar con alguien que le cuesta agradecer. Me canse de usted. Critica demasiado a los demás, ¡pero no se ve en un bendito espejo!

Querido HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora