Harrison
Luego de la comida; que no estuvo como pensé y que no fue de mi total agrado. Regrese a la oficina. Por más que intentaba pensar en otra cosas, aquellos pequeños números se me venían a la cabeza. ¿Que demonios le sucedía? Con tales medidas, era para estar compitiendo con las modelos y sus atuendos. ¿Por que ocultar un buen cuerpo?
Salí de mi oficina y le pedí a la señorita Morgan que me trajera un café con suficiente azúcar. No solía tomarlo así, pero estaba demasiado desconcentrado y el azúcar me espabilaría. Le pondría más atención al trabajo y no a medidas que juraría que me estaban volviendo loco.
Tomaba de mi café mientras observaba algunas cosas que estaba comenzando a analizar. Sopesaba ambas áreas. Cuál de las dos áreas tenía mejor venta de sus productos. Y la realidad era que, él área de mi madre tenía mejor venta.
Para eso, tendría que llevarlo a discusión con mi madre. No tomaba decisiones hasta no consultarlas con ella.
Unos toques en la puerta me obligan a dejar de lado, por un momento, lo que estaba haciendo.
—Adelante.
La puerta se abrió e inmediatamente mi madre entró.
—¿Ocupado? —preguntó al cerrar la puerta detrás de ella.
—Mm.. más o menos. —Ella se sentó frente a mí, al otro lado del escritorio. —Tengo algo que consultarte. ¿Tienes tiempo ahora? —pregunté pensando que tal estaba de paso. Muy rara la ves subía a mi oficina.
—Tengo tiempo, pero me gustaría hablar algo contigo. —Asentí.
—Te escuchó.
—¿Me podrías decir si alguna ves has mirado de otra manera a la señorita Moore?
—Eh... no comprendo, mamá. ¿A que viene esa pregunta? —Fruncí el ceño.
—Bien, seré mas directa. ¿Haz mirado alguna ves a la señorita Moore como si la desnudases con la mirada? —Abrí los ojos de par en par.
—¿Cómo? —cuestione.
—La has mirado así, ¿sí o no?
—En. Así 6 años, nunca.
—Entonces ni comprendo por que se siente incomoda con las miradas.
—Mira mamá, no sé a que ha venido esta pregunta, pero... desde que me mandaste a anotar esas benditas medidas, no he parado de cuestionarme el por qué no utiliza ropa como las demás y utiliza ropa tan larga y ancha. ¿Que tiene de malo su cuerpo?
—Una cicatriz —dijo de pronto. La observo con el ceño fruncido.
—¿Tiene una cicatriz? ¿Donde? —Ella negó saberlo.
—No sé donde, pero me ha contado esas dos cosas. Se supone que no dijera nada, pero es que es demasiado extraño. Aunque lo de esa mirada tuya, se la creo, eh. Tienes esa mala costumbre de no saber manejar esa mirada seductora que te gastas. A mala hora heredaste eso de tu padre. —Me encogí de hombros.
—No tengo la culpa.
—Se que no tienes la culpa, pero puedes tener un poco de más cuidado en ese sentido. No todas corresponden a esas miradas.
—Intentaré tener más cuidado. Aunque me sale muy natural. —Mi madre hizo un gesto de desagrado, lo cual provocó que me riera. —Tranquila. Era una broma.
—Mas te vale —reí de nuevo.
—Oye, mamá. ¿Que te parece si dejamos esta área de lado?
—Con está área, te refieres a ¿tu área? —Asentí. —Pues la verdad no sé. ¿Por que lo preguntas?
—Verifique que área genera más... —Ella frunció el ceño confundida. —Te explicó... hace unos días pensé que podríamos sopesar todo nuestras trabajo. O sea, ambas áreas. Y descubrí, verificando los documentos de ganancia que, tu área dobla la cantidad de ganancias a la mía.
—¿A que quieres llegar exactamente?
—Pienso abandonar esta área.
—¿Que? —cuestionó sorprendida.
—Mamá, invertir mucho dinero y no llegar a lo esperado, es como un fracaso. Las últimas tres colecciones fueron casi un fracaso. Ponerle el proyecto en las manos de Emily es cómo hacer un experimento. Claro, si fracasa, no le echaré la culpa, puesto que yo mismo le he pedido regresar.
—Pero es que... ¡hijo, es una locura! Y todos esos empleados, ¿que haremos con ellos? Se quedarán sin trabajo.
—Me duele decirlo, mamá, pero... estamos perdiendo mucho dinero. —Mi madre parecía estar aterrada con la noticia. —Solo... analízalo, ¿sí?
Era demasiado para procesar en tan solo un segundo.
Se marcho de la oficina sin decir mucho. Me daba mucha pena habérselo comentado, pero en algún momento tendría que hacerlo.
Salí de mi oficina al cabo de un rato. La señorita Morgan estaba en su hora de descanso, así que no la molestaría por el momento. Me acerque a la puerta de la oficina de Emily. Ella claramente no estaba, estaba esperando por el vestuario que mi madre había confeccionado para ella.
Moría de ganas por verla. Podría sonar estúpido, pero la realidad era que moría por hacerlo. Esas medidas me habían perturbado tanto que no me las pude sacar de la cabeza en lo que iba de tarde.
Note como las empleadas cuchicheaban entre todas. Baje las escaleras siguiéndolas. ¿Que estaba pasando? No podía decir que estaban abandonando sus puestos, por que no lo hacían. Estaban en su hora de descanso.
Todo el personal cuchicheaba y no comprendía el por que. Necesitaba saber que demonios estaba pasando para entender todo ese extraño momento.
—¿Me pueden decir por que tanto cuchicheo entre ustedes señoritas? —Las señoritas se dan media vuelta y se quedan mirándome sorprendidas. —Estoy esperando...
—Es que... Dicen que su señora madre ha confeccionado un vestido para la señorita Moore. También se dice que le ha hecho un cambio de look.
—¿Cambio de look?
—Si, señor. Yo acabo de verla hace un rato. Se ve como una modelo con el maquillaje espectacular que le han hecho.
—Que mi madre hizo ¿que?
No. Ya esto era demasiado para mí. Primero las benditas medidas. Ahora, ¿un cambio de look? Pero ¿que se ha creado mi madre? ¿la hada madrina? ¡Se volvió loca!
Deje a las señoritas marcharse escaleras abajo y subí nuevamente a mi oficina. Necesitaba un trago. Bueno, varios.
Abrí la gaveta de mi escritorio buscando aquello que hacia mucho no hacia, fumar. No tenia ni una sola cajetilla. Me maldije por querer fumar solo uno. No debía. No debes volver a ello; pero sentía que lo necesitaba.
Tome una copa mas y salí de la oficina. Intentaba tranquilizar esas benditas palpitaciones. No sé como podría reaccionar ante tal revelación. Solo esperaba poder reconocerla.
Cuando inicio en la empresa, me llamo la atención lo sencilla que era. No usaba casi maquillaje. Sus lentes de daban una esencia angelical.
Me jure que no volvería a creer en el amor. No debía fijarme en nadie que pudiera hacerme romper la promesa que una ves había hecho. Desde entonces, tuve que ir a terapias. El simple hecho de haberme llamado la atención ciertas cosas de ella, provoco que no pudiera tratarla con respeto y cortesía.
El psicólogo pidió que no pensara que todas me lastimarían. Pero la verdad era que durante mucho tiempo, hasta en los sueños estaba presente.
Con el tiempo entendí que tenia mucho parecido a mi hermana. Su actitud. Su manera de expresarse, incluso, su explosividad.
Y por la culpa, comencé a tratarla de una manera que no se merecía. Ella no era mi hermana. Era otra mujer más. Y luego de decirme tantas cosas en mi cara, algo en mi cambio y cambio aun mas cuando descubrí algo que cambio muchos de mis pensamientos...
ESTÁS LEYENDO
Querido Harrison
RomanceEmily es una mujer con un gran sueño, pero sobre todo, y más importante que ello, un gran anhelo personal y con sentido de urgencia. Emily trabaja como la asistente personal del famosísimo Elian Harrison; hijo de la diseñadora de modas, Sandra Harr...