CAPÍTULO 31

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Harrison

Todo parecía estar marchando muy bien. Mejor de lo que esperaba.

La idea que había planteado Emily, era estupenda. Ni siquiera a mí se me hubiera ocurrido.

Llevar a cabo el desfile en uno de los mejores hoteles de la unidad, y no en el centro de actividades que solíamos hacerlo; era una idea fantástica.

Decidí ir al hotel para echarle un vistazo. Hacía tanto tiempo que no me quedaba en hoteles; por lo tanto, debía ir.

Al pasar a la recepción, se encontraba el gerente del lugar. Mi madre se había ofrecido a acompañarme. Quería ver por sus propios ojos, que tan bueno o bonito era el lugar.

El hotel contaba con una escalera doble. Espectacular, por cierto. Muy elegante para la ocasión. A la altura de lo que buscábamos.

Los tenues colores aportaban mucha más elegancia al lugar. No habría que trabajar mucho en la decoración, porque como estaba, era más que perfecto. Sin duda habría que invertir en más iluminación, el sonido y obviamente, las sillas. Las sillas que el hotel nos ofrecía, estaban horrendas. Mi madre me hacía gestos, negando querer utilizarlas.

—¿Tiene alguna otra que pueda mostrarme? —pregunte refiriéndome a las sillas. Este negó con su cabeza.

—Me temo que no, caballero. Es lo único que podemos ofrecer.

—Bien.

—¿Es para una ceremonia matrimonial para lo que desea las facilidades? —pregunto el caballero.

—No —respondió mi madre riéndose un poco. —Estamos aquí, porque nos gustaría usar las facilidades para un evento de moda. Un desfile de modas, para ser específica.

—¡Vaya! Eso es nuevo para nosotros.

—Sus facilidades están a la altura de lo que estamos buscando, ¿no es así, madre? —Ella asintió en acuerdo.

—Totalmente.

—Para nosotros será un placer tenerlos en nuestras facilidades.

Pasamos por la recepción privada del gerente, donde inmediatamente hablo del día, habitaciones a rentar para la organización y preparación de las modelos; y lo más importante, costos. El costo para nosotros no era un problema o preocupación. Teníamos lo suficiente para llevar el evento a la altura que buscábamos.

Firmamos el contrato y pagamos la totalidad estipulada. Ellos se ofrecieron a inclinar los refrigerios; por lo cual ya lo podíamos descartar de la lista de cosas por verificar y organizar.

Salimos del lugar para volver a la empresa. Mi madre parecía estar muy contenta con el lugar. No dejaba de hablar de lo lindo que sería poner cortinas doradas cayendo del techo.

—Me hubiera encantado que Emily viniese con nosotros. Estaría encantada con el lugar. Las fotos por el internet no son lo mismo.

—Intentaste que viniese, pero quiso quedarse adelantando todo.

—No hay mucho por hacer con los vestuarios. Están casi todos listos. Si no me equivoco, faltan dos, y están en proceso. La pedrera llegó hace dos días. Es algo que toma tiempo, mucho tiempo.

Me detuve en un restaurante. No habíamos comido nada. Simplemente, salimos de la empresa a lo que íbamos y listo. Era ida por regreso, pero se nos había olvidado almorzar. El trabajo, a veces, nos hacía olvidar cosas cotidianas.

Esperábamos por nuestras comidas. La llevaríamos ya que no podíamos parar. Había trabajo por hacer.

Nos dieron la comida y de inmediato, nos marchamos.

Querido HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora