CAPÍTULO 23

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Harrison

Me preparaba para ir a la empresa. Me tocaba tomar una decisión muy complicada. Mi madre no estaba contenta con las opciones, pero la realidad era que lo había intentado todo.

Intente de miles de formas en hacerla entrar en razón y que regresara. Inclusive, intente sobornarla. Era estúpido, pero aun así me atrevo hacerlo.

Desayune sin deseos de hacerlo. De seguro me daría una mala digestión. Solía pasarme cuando el animo lo tenia por el suelo.

La chica del aseo llego antes de marcharme a la empresa. Le deje instrucciones muy precisas. A mi habitación nadie entraba. Solo yo podía hacer el aseo de mi habitación. Aunque ya había roto una de mis tantas limitaciones de privacidad. Aquella noche le permití a Emily usar el baño de mi habitación.

Camine a mi auto con pereza. Tener que dar la noticia me agobiaba.

Al llegar a la empresa, me encontré con una persona que hacia mucho no veía; para ser preciso, 4 años.

—Señor, la ceño...

—¡Elian! —exclamó Monica interrumpiendo a mi asistente, quien me anunciaría a la mujer de cabellos rubios.

—Señorita Morgan, yo me encargo. Puede retirarse. —Ella asintió y se retiro. Me gire hacia Monica, quien me miraba muy contenta. —¿Que haces aquí, Monica?

—Llegue hace unos días. Quise pasar a saludarte —dijo sonriendo. —¿No hay un abrazo para mi? —Se me escapo una risilla. Me incomodaba volver a verla.

—Sabes perfectamente como acabo nuestra relación. No tienes por qué fingir de que estamos bien. Cuando sabes que no es así.

—Sigues molesto ¿cierto?

—¿Que tu crees?  —pregunte con ironía.

Monica fue mi novia cuando éramos unos universitarios.

Una día llegue a su apartamento en el recinto universitario y la encontré con otro en la cama, desnudos. No le importo que estuviéramos en una relación y se metió con otro. No importaba las excusas que quisiera dar. Jugo conmigo. Y no dejaría que eso volviera a pasar.

Así que era obvio que aun me molestaba.

—¿A que has venido? —pregunte deseoso de que ya se marchara.

—¿Por que no hablamos en tu oficina? No me gusta que escuchen mis conversaciones.

Incomodo por su presencia, volví a preguntar el por que había venido. Nadie la había invitado y tampoco era como si quisiera saber de ella.

—¿No me vas a decir?

—Hablemos en tu oficina y sabrás para que he venido, Elian.

—Si es para algo personal, puedes ir yéndote ahora mismo.

—No es personal, Elian. Mi padre me ha enviado —comentó. —Negocios, cariño. Con mi padre, siempre son negocios. —Se encogió de hombros.

Con algo de fastidio y pereza, extendí la mano para indicarle el camino a mi oficina.

Al entrar, le invite a tomar asiento. Le pregunte, por cortesía, si gustaba un café, a la cual respondió "claro".

Cruzo las piernas con es típica manera de coquetear que conocía muy bien de ella. Tenia piernas bonitas, pero no caería nuevamente. No funcionaria. Jamas regresaría con la persona que  me rompió el corazón.

En su tiempo la ame demasiado, pero de ese amor no quedaba rastro alguno.

—Bien. Puedes decirme a que has venido? Por que no tengo tiempo para perder, Monica. —Me cruce de brazos esperando su respuesta.

Querido HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora