Emily
Salí del ascensor con una gran sonrisa dibujada en mi rostro. Nada me quitaría mi sonrisa. Bueno... eso pensaba, cuando al girar en la esquina del pasillo, tropecé con alguien. Tropiezo que casi me hace aterrizar en el suelo. Por suerte no fue así.
Sentí que unas manos abrazaron mi cintura. Mi mano hizo contacto con el suelo; puro instinto.
Maldecí aquellos zapatos con tacón alto. Eran cómodos, pero demasiado altos para mí.
Elevé la mirada de inmediato, encontrándome aquellos ojos caramelos que me miran de par en par.
Sentí como sus manos al mínimo contacto visual, liberan mi cintura, probando que cayera al suelo.
—Ah... —gimotee.
—Yo... lo siento —dijo Harrison sorprendido, mientras intentaba ayudarme a reincorporarme, pero se lo impedí.
—Quite sus manos. Puedo sola. Además, si quería ayudarme; en primer lugar, no me hubiera soltado.
—Lo siento, fue la impresión. —Se excusó.
—Ni que hubiera visto un espanto —espeté con fastidio, mientras sacudía mi nueva ropa.
—No, todo lo contrario... —Lo miré. —Qué? —cuestiono.
—Nada. —Me gire, para marcharme, pero antes, me gire de vuelta para decirle algo más. —Es la segunda el día de hoy. Espero no haya una tercera. —Le advertí. Me gire y me marche a mi oficina.
Al llegar y entrar, cerré la puerta detrás de mí. Deje escapar el aire que había estado tratando de liberar desde el momento en que sus ojos se posaron sobre los míos. ¡Dios, pero que nervios! ¿Dónde había quedado esa seguridad que hacía un rato tenía? ¿Dónde?
Ya lo había confrontado en varias ocasiones, ¿por que me daba tanto nerviosismo ahora? Me pregunte una y otra ves. Tenía que cuestionarme el por qué de esta incomoda, pero acalorada situación. ¿Que había cambiado? ¡Nada! Bueno... mi atuendo había cambiado, mi imagen también; había cambiado mucho.
Decido dejar eso de lado y espabilarme. Había mucho trabajo para hacer y no podía atrasarme.
Hojee cada carpeta para comenzar a tomar desiciones. Algo difícil, pero tenia que hacerlo. Todo me gustaba. Cada diseño era perfecto, pero teníamos que llegar a algún acuerdo.
Mire el reloj que colgaba en la oficina. Era casi la hora de salida de los empleados y yo aún no había terminado mi trabajo del día. Claro, si no hubiera sido por Harrison y el cambio d ellos que su madre me hizo, no hubiera pasado que me atrasase.
Suspire frustrada, al ver que tenía mucho por hacer.
Comencé a acomodar mis maniquíes para escoger uno para hacer la demostración.
Mientras colocaba las telas para formar el patrón de mi diseño, no podía dejar de pensar en lo bonita que me veía en el espejo. Hacia tanto tiempo no me veía tan bien. Podía jurar que aveces me veía pálida, sin nada de color en el rostro; aunque me maquillase algo.
Enebro la aguja de mi máquina, y comienzo a coser. La pieza de la bata de encaje iba quedando muy bien. Me alegraba que así fuera. Era el modelo que más anhelaba que saliera bien. Era encaje color negro. Y tenía pensado hacer el mismo diseño en todos vinos, azules y marrones. No era algo común es estas piezas. Siempre optaban por grises, rojos, dorado o negro. Yo si quería el negro, aporta elegancia, pero... si se trataba de ser súper sensual, el vino era la colección para ello. Pero eso se lo dejaría a discreción a él odioso y a su madre.
ESTÁS LEYENDO
Querido Harrison
RomanceEmily es una mujer con un gran sueño, pero sobre todo, y más importante que ello, un gran anhelo personal y con sentido de urgencia. Emily trabaja como la asistente personal del famosísimo Elian Harrison; hijo de la diseñadora de modas, Sandra Harr...