CAPÍTULO 40

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Harrison

Parecía un loco caminando de lado a lado en mi sala de estar. Estaba triste, y lleno de frustración. Analizaba cada cosa que había hecho. Realmente me había portado sumamente mal. Ella no se lo merecía.

Eran las 5:00 de la mañana, cuando el timbre de la puerta me obligo a detener mi absurda caminada. Pensaba que era mi madre, puesto que me había marchado del hotel sin tan siquiera decirle que me iba, pero no, no era ella.

Cuando abrí la puerta y la vi ahí, parada frente a mi, la tristeza volvió a invadirme. Me sorprendió que no me cacheteara o que no me insultara. Ella solo vino con una sola cosa: saber los motivos.

Le explique mis motivos. No veía enojo o sorpresa reflejado en su rostro. Solo algunas lagrimas que salían de a poco de sus ojos. Me fue inevitable no acercarme y remover aquellas lagrimas. Me partió el corazón verla en aquel estado.

No sabia si podría funcionar algo entre nosotros, pero si no lo intentábamos, no sabríamos. Ella me gustaba, y sabia perfectamente, que yo también le gustaba, de lo contrario no hubiera correspondido el beso y mucho menos hubiera llegado a mi casa sin un insulto para lanzarme.

No tenia intenciones de haberla sufrir. Ya había sufrido demasiado, y tampoco quería hacerla sufrir.

Al cabo de algunas horas, la lleve a casa. Un poco más allá de amanecer. Le deje claro que, sea cual sea su decisión, la respetaría. No insistiría en tener algo con ella, si me decía que no.

Al regresar a casa. Tome una taza de café. Luego, decidí recostarme en el mueble. No tenia fuerzas para llegar a mi habitación. El camino de regreso a casa, se me había hecho muy difícil. Estaba agotado.

Al cabo de algunas horas, luego de levantarme, mientras leía una noticia relacionado al evento. El timbre la puerta sonó. Deje el periódico de lado y fui abrir.

Abriendo la puerta, me encontré a dos policías.

—Buenas tardes... —dijo uno de ellos.

—Buenas —respondí por cortesía.

—El es el oficial Brooke y, este servidor, el oficial Jordan. ¿Es usted el señor Elian Harrison?

—Si, soy yo. ¿Como puedo ayudarles?

—Temo decirle que debe acompañarnos a la estación de policía. —Fruncí el ceño—. Tenemos una orden de arresto en su contra.

—¿Perdón? —cuestiones confundido.

—Una persona a puesto una denuncia de agresión a un ciudadano en su contra.

—Creo que hay una equivocación. Puedo explicarlo.

—Tendrá tiempo suficiente para explicarlo en al estación de policía.

—Bien. Permítame ponerme una camina y les acompaño. Si desea sígame. No pretendo fugarme. Puesto que aquí hay una gran equivocación.

El oficial me acompaño a buscar mi camisa, mi billetera y mis llaves. Al salir de la casa, el oficial me indica que tiene que ponerme las esposas. Que era parte del protocolo de arresto. No me negué a esposarme. No iba a poner resistencia.

Al llegar a la estación de policía. Vi que la situación estaba peor de lo que me imaginaba. Periodistas inundaban la entrada de la estación de policía.

El oficial me mando a salir del auto. De inmediato, todos los periodistas se acercaron hacer miles de preguntas. No iba a responder nada.

Mi madre llegaba a la estación cuando me dice que ya se había comunicado con el abogado. No lo necesitaba, puesto que todo era un mal entendido. No había agredido a esa persona por gusto o por placer. Defendí a una mujer de ser violada.

Querido HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora