𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄

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—Bueno, hermano

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—Bueno, hermano. Soy todo oídos... ¿De qué quieres hablar?.— preguntó Takeomi.

Habían subido a una de las salas privadas del segundo piso.

Todos excepto Sanzu estaban sentados en los sillones color granate intenso que rodeaban las paredes de la habitación.

Takeomi estaba suelto de cuerpo y muy relajado en su lugar con los brazos estirados en el respaldo de su respectivo sillón.

—Nada de "¿Qué quieres hablar?".— soltó molesto Kokonoi. —Ya tendrán tiempo para hablar entre ustedes y de esa pelinegra.— dirigió la vista directamente a Takeomi. —Ahora tú, nos vas a explicar qué fue lo que pasó en China y porque volviste con las manos vacías.

—Ah...— suspiró muy notoriamente el mayor.

—No, Kokonoi.— Sanzu caminó hasta la barra de la habitación y se sirvió whisky en un vaso.—Quiero que todos excepto Takeomi se vayan. Mañana hablaremos de China...— ordenó estando de espalda a todos.

—¡¿Qué?!.— exclamó Kokonoi. —¡Estamos perdiendo el tiempo! ¡¡¿Sabes el peligro que corre Bonten al no tener negocios establecidos y concretados?!!.— peligrosamente se acercó al pelirrosa. —¡¡No dejaré que Bonten se vaya a la mierda porque a ti te apetece hablar de tu perra!!.

Koko siguió gritando hasta que el segundo de Bonten se alteró y escuchó lo último. Sanzu tomó de un solo sorbo todo el alcohol que tenía su corto de whisky y arrojó violentamente al suelo el vaso haciendo que este obviamente se quebrase. Se acercó con una mirada asesina al platinado, lo tomó por el cuello de su traje y simplemente soltó: —¿No me escuchaste maldito bastardo?.— Kokonoi se sorprendió ante el agarre. —Les acabo de ordenar que se vayan.— apretó los dientes. —Les quebraré el cuello a todos si no obedecen... Y joder que sabes que es verdad...— el platinado solo lo miró con algo de temor sin decir nada. Sabía que era capaz de todo cuando se encontraba iracundo y el fastidio le llegaba hasta los cojones. —¡Váyanse!.— les gritó a todos a la vez que soltaba de forma prepotente a Koko.

Todos salieron de ahí rápidamente.

—No esperaba menos del número dos.— dijo el mayor una vez estuvieron solos.

—Ahora hablarás. Y si no lo haces... si realmente no quieres hablar. Bien, te cortaré la lengua para que así nunca más puedas dirigirte a Hiromi, ni a nadie.

Takeomi alzó las manos. —Tranquilo. Puedes confiar en que te diré todo lo que quieras saber.— le sonrió.

—¿Por qué tan fácilmente?.

—Porque esto queda en familia, ¿no?. Ella y tú...— se detuvo a mirarlo por un segundo. —Ella y yo...

—¡Callate!.— una vena muy visible se marcó en el cuello de Sanzu.

—Por la manera tan dulce y dócil que te miró cuando se fue, infiero que ella no sabe de Bonten, y puedo asegurar que tampoco sabe que somos hermanos... Apuesto que no sabe ni que tienes uno.

THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora