𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐎𝐂𝐇𝐎

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Al día siguiente

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Al día siguiente.

10:43 a.m. Hospital de Minato.

«La persona con la que usted intenta comunicarse no está disponible. Si desea dejar un mensaje en el buzón de voz puede hacerlo después del tono, sino solo cuelgue».

Era la octava vez que Kakucho trataba de contactarse con Hiromi.

Sanzu aún no despertaba y el pelinegro ya comenzaba a inquietarse ante la ausencia de la joven Miura.

¿Cómo le explicaría a Sanzu que su novia ya no estaba ahí, y que ya se había enterado de una de sus mentiras, sin hacerlo sentir miserable y que no perdiera la poca cordura que le quedaba?...

Takeomi era un imbécil con su hermano menor, así que definitivamente si se lo decía él, lo haría de la manera más horrible y nefasta posible. Así que Kakucho en su sensato y maduro corazón, supo que lo tendría que hacer él mismo. ¿Sería golpeado y gritoneado por Sanzu sin ninguna razón? Lo más probable, pero aún así aceptó la responsabilidad.

Pero...

¿Cómo le explicas a alguien que acaba de estar tantos días inconsciente que el amor de su vida se fue?

—¿A quién llamas tanto? —preguntó Takeomi.

—¿A quién más? A Hiromi, claro —contestó Kakucho.

—Aunque la llames miles de veces ella no vendrá —el mayor de los Akashi miraba hacia afuera por el gran ventanal de la sala de espera. —Lo odia —aseguró.

—No creo que ella pueda odiar a Sanzu realmente...

—Claro que lo hace... Y claro que puede.

—No porque te odie a ti quiere decir que lo odiará a él... Quizás no estaba tan enamorada de tí como lo está de Sanzu y puede que lo perdone... —dijo Kakucho desinteresadamente.

Takeomi apretó la mandíbula al escucharlo y se giró a verlo.

—¿Qué sabes tú? No la conoces.

—Claramente no la conozco tanto como tú —respondió obvio. —Pero ambos sabemos que lo que digo es cierto. Hiromi está enamorada de tú hermano. Antes de que se enterara de la verdad estuvo cada minuto del día aquí, esperando que él despertara o moviera aunque sea un solo dedo, ¿Como un sentimiento así puede desaparecer de un momento a otro?

Takeomi se acercó de manera prepotente a él.

—No digas estupideces, ella me amaba. Y definitivamente ella lo odia, eso es seguro. Así que no la llames más, no vendrá. No insistas.

Fue lo único que le dijo a Kakucho para después caminar lejos de la sala de espera e irse de ahí.

Fue lo único que le dijo a Kakucho para después caminar lejos de la sala de espera e irse de ahí

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THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora