𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀

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Hiromi había pasado la noche con él, tratando de velar por su descanso dándose pequeños ciclos de sueño que duraban entre veinte a treinta minutos cada uno para mirar y verificar si realmente dormía bien Haruchiyo

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Hiromi había pasado la noche con él, tratando de velar por su descanso dándose pequeños ciclos de sueño que duraban entre veinte a treinta minutos cada uno para mirar y verificar si realmente dormía bien Haruchiyo.

Hospital de Minato.

08:00 a.m.

La pelinegra se estiró una vez estuvo de pie, se puso sus tacones y giró el cuerpo hasta el dormido pelirrosa que yacía en la cama con los ojos cerrados y con una respiración sosegada. Se acercó a él y depositó un pequeño beso en sus labios semiabiertos mientras acariciaba cariñosamente una de su desordenado mullet.

Una vez se separó de él, decidió salir de la habitación para que las enfermeras hicieran la toma de signos correspondiente de la mañana.

Sobó sus brazos con sus propias manos mientras caminaba por el pasillo. Desvió la vista rápidamente hasta los sofás de la sala de espera en donde se pilló a un pelinegro que ya conocía bien mirando por el gran ventanal algo ido.

Vestía de traje, como siempre, pero ahora su corbata estaba un poco desarreglada y se veía algo trasnochado, como si se hubiera vestido de prisa.

Se acercó a él.

El paso de unos tacones lo sacó del trance y observó como las largas piernas de Hiromi se aproximaban a él.

—Hola —saludó ella con una sonrisa agradable.

—Hola. ¿Cómo estás? —preguntó de inmediato sonriéndole.

Kakucho sin esperarlo se ganó un beso en la mejilla como saludo.

—Estoy bien, ¿Cómo estás tú? —preguntó ella.

—Bien... Estoy bien —contestó un tanto ruboroso.

—Aún no despierta de la noche —informó ella.

—Supongo que Sanzu no es un hombre madrugador. Debieron hablar hasta tarde ¿no?

—Hm —se encogió de hombros sonriendo.

—¿Conversaron?

—Un poco, sí —recordó todo, desde el llanto desmedido hasta el hermoso y genuino te amo, y eso la hizo ruborizarse.

—¿Y le contaste que sabes de...

La sonrisa de Hiromi se borró.

—¿Takeomi y él? No... Esperaré a que se recupere primero. Me lo llevaré a casa y ahí hablaremos sobre eso.

—Bien, trataré de controlar la lengua de Takeomi, aunque no te prometo nada. Ya sabes como es él.

—Bueno, te lo agradecería mucho —le tomó el brazo como signo de que confiaba en él. —Kakucho...

—¿Sí?

—Gracias por quedarte con él, aún cuando yo me fuí.

Él negó con la cabeza.

THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora