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Albania.
Sábado 15:04 p.m.
(Hora japonesa: Sábado 22:04 p.m).
—Eso fue demasiado fácil —dijo Kakucho saliendo del restaurante deteniendo su paso por un segundo para voltearse.
—Increíblemente fácil, diría yo —afirmó Kokonoi girándose al mismo tiempo que el pelinegro para mirar al pelirrosa que les seguía por detrás.
Sanzu arreglaba uno de los puños de su camisa y caminaba con tranquilidad.
—¿Qué? —preguntó Sanzu al notar las fijas miradas de sus compañeros en él a la vez que alzaba una ceja extrañado.
—¿Nada? —respondieron ambos.
—Já —pasó por al medio de ambos para subirse al auto que los llevaría nuevamente al hotel siendo seguido por los otros dos.
El auto aceleró con ellos tres dentro.
—¿Cómo lo hiciste? —lo cuestionó Koko entrecerrando los ojos.
Sanzu lo miró con ambas cejas alzadas con una expresión de "No preguntes estupideces".
—Sí, ya dinos. Ayer el albanés no quería cerrar ningún trato con nosotros, pero hoy al terminar el almuerzo despertó su asombroso interés de negociar en buenos términos.
Sanzu sonrió de medio lado mientras miraba hacia abajo como si estuviera recordando una charla.
"—¿Cómo es que eres tan buena en tu trabajo? ¿ah? —preguntó Sanzu hipnotizado por la anatomía de su novia.
Hiromi y él se encontraban desnudos en la cama; Sanzu acostado con el torso expuesto tapando solo su intimidad con la delgada sábana mientras miraba a una trabajólica pelinegra sentada con su espalda apoyada en el respaldo de la cama mostrando sus senos al aire mientras tecleaba y tecleaba en su laptop.
Ella se rió.
—¿Quieres que te cuente uno de mis secretos? —contestó sin despegar su vista de la pantalla.
—Ajá —Sanzu acarició por debajo de las sábanas una de las suaves y tersas piernas de ella queriendo solo tener su atención otra vez.
—Mh. No sucumbiré ante sus intentos de sacarme esa valiosa información señor Sanzu —lo miró. Él esbozaba una sonrisa boba mientras la veía, así que no le quedó más remedio que caer ella también en los preciosos turquesas del pelirrosa que tenía a su lado. —No podrá seducirme... No otra vez... —se refirió a las horas de incontrolable sexo que tuvieron hace unos minutos. Vió su vista hacia la pantalla.—Estoy trabajando ahora, no me desconcentre.
—¿Segura que no podré?
—Segurísima.
—Deja eso... —se incorporó en la cama para ver sus facciones a la misma altura. —Vamos a almorzar. Ya es hora ¿No crees? —le besó la mejilla mientras la sujetaba desde la cintura para acercarla más a él y hablarle al oído. —O podemos quedarnos y saborear el postre entre nosotros... Yo ya elegí el mío.
