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—¡Guardias!.— gritó Takeomi. —Saquen a esta puta loca de aquí.— se limpiaba con cuidado la nariz por la cual aún salía sangre.
Dos hombres de seguridad se acercaron a la escena, Hiromi los miró severamente.
—Señor.— habló uno.
—Llevensela.— ordenó Akashi.
Ambos se aproximaron a la pelinegra.
—Toquenme y haré que Sanzu decida qué hacer con ustedes luego...— les habló tranquilamente casi como un susurro para que solo ellos la escucharan.
Los guardias titubearon y volvieron a ver a Takeomi.
—¿Qué esperan?.— cuestionó con el ceño fruncido.
Hiromi se giró a verlo. —No te preocupes... Que a mi nadie me va a sacar... Yo me voy. Verte la cara ya me cansó.
—Eres una...
—Decirme puta, perra o zorra no te hará más hombre...— lo interrumpió. —Las pelotas no te crecerán más por decir esa sarta de estupideces... Siempre seguirás siendo el cobarde y poco hombre que conocí hace cinco años.— le dió la última mirada de odio y se giró sin antes también ver a los otros varones de Bonten.
Se dio media vuelta y con absoluta dignidad se alejó.
Suspiró, apretó sus manos, los nudillos de su diestra dolían pero lo hacía más recordar el rostro de su Sanzu completamente ido.
Estaba tan molesta con la situación pero simplemente culpaba a Takeomi.
"Lo odio... Dios, como lo odio".
Estaba en la entrada del casino. Se acercó a su vehículo aún vacilando en su cabeza el odio que le tenía a Takeomi.
—Señorita Hiromi...— la voz de Sora la sacó de sus pensamientos.
Miura se giró y la vió. Sus ojos estaban brillantes con sus párpados algo hinchados y su nariz notoriamente roja, dándole un aspecto como si hubiera llorado por el día.
—Sora...
La rubia se acercó de inmediato a la mayor. —Ayer... Pasaron muchas cosas... Yo... Yo aún no entiendo nada... mi señor Takeomi...
—Por favor... Deja de llamarlo así... Ni siquiera merece que lo trates con ese respeto...— la interrumpió.
—Tengo muchas preguntas... Usted... Él...
—Sora. Yo conozco a Takeomi y ahora que sé que él es de quien me contabas, no me queda de otra que recalcar lo que te vengo diciendo desde hace mucho... Él no es bueno para ti.
—Ayer... Cuando se acercó a usted... Cómo la miró...
—Sora...
La rubia apretó los ojos con fuerza. —Dios... Yo deseo que él me mire así...