𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎

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Denenchofu

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Denenchofu.

—Bien, Sora.— habló Hiromi mientras entraba a la casa con la maleta de la rubia en mano. —Siéntete cómoda... Como si estuvieras en tu casa. Si tienes hambre puedes avisarme para que te prepare algo o sencillamente ir a la cocina y sacar lo que tu gustes.— dijo con dulzura y amabilidad.

—Es muy grande...— dijo apenada. —Jamás me sentiría como en casa con un lugar así...— veía con total atención la inmensidad de la casa.

Hiromi torció la boca odiándose a sí misma por la mala elección de palabras. —Lo siento.— se disculpó.

La rubia notó la voz lastimosa de Hiromi y sintió que había sido desubicada con ella.. —¡No... Disculpeme usted! ¡No quise ser desconsiderada!.— se acercó a la pelinegra para tomarle las manos. —Estoy muy agradecida por cómo me está tratando de ayudar. Muchas gracias por todo, señorita Hiromi.

Ella le sonrió tiernamente. —No te preocupes, Sora. Yo entiendo.— le tomó una de las manos y caminó con ella a la habitación vacía del segundo piso. Abrió la puerta y entró con ella. —Mira, Sora... Aquí dormirás hasta que encontremos un hotel o un departamento para ti.— dejó la maleta encima de la cama desocupada. —Disculpa el polvo y el desorden que hay.— dijo mientras quitaba una gran tela que cubría los muebles. —Mañana temprano llamaré a alguien para que venga, limpie y ordene tus cosas.

—No se preocupe por mí. Lo haré yo misma, no quiero molestarla más de lo que ya lo he hecho...

Hiromi la miró y le envió una sonrisa de vuelta. —No me molestas, Sora. Pero si quieres hacerte cargo tú misma de la habitación puedes hacerlo... Si necesitas ayuda dime ¿si?.— Sora asintió con una sonrisa tímida. —Puedes adornarla como quieras, nadie duerme aquí...

—Gracias, señorita Hiromi. Enserio... No sé cómo podría pagarle todo esto.

—No es necesario que me pagues nada, Sora.— se acercó a ella. —Realmente quiero ayudarte.

—Aún no lo entiendo... ¿Por qué?.— se miraron directamente a los ojos.

—Simplemente... Me rehuso a no hacer nada mientras veo como alguien pasa lo mismo que pasé yo con Takeomi.

Sora la vió con intriga. "¿Qué tanto fue lo que vivió con Takeomi? ¿Habrá algo que no me está diciendo?", pensó la rubia. No porque estuviera celosa, sino más bien porque aquella mujer le causaba una increíble curiosidad ante toda la bondad que expulsaba tan naturalmente.

—Lo que me lleva a...— siguió hablando la pelinegra interrumpiendo los dispersos pensamientos de Sora. —Debes ver un médico.

—Aún no sé qué es lo que quiero hacer con el...— confesó tocandose sutilmente el vientre.

Hiromi volvió a coger su mano. —Tranquila, la decisión que tomes será la correcta. Tanto si quieres o no tenerlo...

—Si no quisiera... ¿No me juzgará?.

THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora