Ep 46: "Egoísta (III)"

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Ensimismado, Yue no prestaba la mínima atención a lo que ocurría frente a sus okos, ignoraba aquella situación actual y se aferraba a la idea de que todo era una mentira, una farsa que alguien planeo para destrozar la poca esperanza de rectitud que existía para Xue Yang.

Su mente seguía siendo corrompida silenciosamente por aquella espada que tantos años paso a su lado, tantas desgracias, y ahora, cargaba todo el resentimiento y odio que en Yue no podía existir, volviéndola inevitablemente en una espada maldita, cargada de energía resentida y a su completa merced; el lo deseara, el mundo estaría a sus pies en ese momento.

Una espada humana, un arma poseedora de un alma humana corrompida por los años que ha guardado energía resentida, odio e irá no solo de su portador, también de si misma, que ha poseído en su filo fragmentos del hierro Yin original con el cual su portador había desarrollado una conexión superior a la esperada y que ha estado absorbiendo tanta energía a su alrededor como le ha sido posible, ¿Que esperaba, entonces?

¿Por que no usaba aquel arma para cumplir su único propósito?

Porque así no había sido criado.

Yue fue criado con rectitud, con amor pese a no ser para el; rodeado de seres que día a día superaban sus problemas y miedos sin la ayuda de un núcleo dorado o una espada maldita, Yue creció viendo a sus seres amados sufrir y seguir adelante por si mismos.

Y el no quería decepcionarlos.

Pese a saber que, si ellos supieran que no se trababa de Zu LiuXian realmente, aquel amor que profesaban por el, se volvería en el mas profundo de los odios y rencores que pudiera vivir.

Mientras Yue pensaba en los pasos tentativos que ha dado hasta ese momento, JingYi trataba de mantenerse atento a ambas situaciones, mientras el mayor "Mo" veía los recuerdos de aquel cadáver y Yue miraba a un punto en blanco perdido en su propio dolor.

Cuando Wei WuXian volvió, se puso de pie dispuesto a atacar a Xue Yang sabiendo ya la verdad, el ojiplata sólo se quedo en su lugar, mirando el ataúd mientras los demás se retiraban tras el mayor Mo, el menor de los Lan lo observó sin dejar de seguir a Mo, temeroso de dejarle solo, cosa que el bastardo no noto o no quiso notar.

Fue imposible para el, como para los otros, aceptar tan fácil esa verdad, no cuando el conoció a otro Xue Yang, no cuando el vivió otra perspectiva de su hermano mayor. Era su salvador, no podía dudar de el tal fácilmente.

Se acerco al ataúd, había una sola forma en la que podía comprobar si se trataba de Xiao XingChen o no.

Poso, sus manos, temblorosas, sobre las mejillas del mayor adentrando suavemente sus dedos índices bajo la venda que cubría sus inexistentes ojos, la retiro con suavidad, con un tacto tan gentil sujeto la zona inferior de sus ojos, presionando con miedo a romperlo y forzó al cadáver a abrir las cuencas de sus ojos.

Lo soltó con rapidez, cubriéndose los oídos en un intentó desesperado de acallar las voces en su cabeza y calmar el latir de su corazón.

¡Era el, ERA EL, ERA XIAO XINGCHEN!

atormentado, sus sentidos se agudizaron logrando percibir una suave melodía mezclada con el viento, misma que calló pronto, y un frío recorrió su espalda pensando que, extrañamente, reconocía esa melodía.

Entonces, todo cobro sentido en su memoria, pasmado, miró en el reflejo de la madera pulida del ataúd el reflejo de la espada que posaba gustosa y tranquila en su cadera, rodeada pero un suave y casi imperceptible halo negro, cual llamas, representantes de la energía resentida que poseía.

Solo entonces, aquellos recuerdos que iban y venían, se habían estabilizado armando el desordenado rompecabezas que era su memoria:
Zu LiuXian, Wen LeeYue, Xue Yue, todos habían vuelto.

Alguien, por favor ¿¡puede pensar en los niños!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora