Capítulo 38

181 20 5
                                    

La mansión Montiel estaba de luto. Yaya no podía aceptar lo que había hecho su sobrina. Alicia tuvo que ser apoyada por Martin, ella estaba muy deprimida por la muerte de Julieta.

El entierro de Julieta fue muy triste, le hicieron un homenaje por su valentía, se murió como una heroína. Gracias a ella Sebas estaba bien... y así siempre sería recordada.

...

- ¡Todavía no puedo creer lo que pasó! - Alicia dijo con tristeza.

- ¡Fue una tragedia! - dijo Yaya, que mecía a Sebas en sus brazos. - La casa está tan silenciosa sin la presencia alegre de Julieta, nunca más será la misma sin ella. - habló triste.

Los meses pasaron rápido... poco a poco la familia se fue acostumbrando a la ausencia de Julieta, pero siempre se la recordaba con mucho cariño.

Martin logró abrir una sucursal de su periódico en México e invitó a Alicia a trabajar en el área de administración, a lo que ella aceptó encantada. Él dejó la sede de Londres a cargo de su mano derecha, Diablo, junto con Fedora, quién se puso muy contenta con la invitación.

Alicia y Martin decidieron quedarse un tiempo a vivir en la mansión Montiel, porque Yaya se sentía muy sola y convivir con Isa y Sebas la estaba ayudando mucho a superar todo lo sucedido, por eso convirtieron la habitación de Julieta en la habitación de los niños, era una manera de mantener siempre alegre ese lugar.

=== 6 meses después ===

- ¿Qué tal si hacemos un viaje para relajarnos? - preguntó Martin acostado al lado de Alicia.

- No podemos, mi amor. ¡Los niños no pueden estar solos! - respondió mirándolo.

- Tienes razón, pero estoy seguro de que a tu tía le va a encantar cuidarlos, además está la niñera. - argumentó - ¡Solo será un fin de semana!

- No lo sé... - habló pensativa - No quiero quedarme mucho tiempo lejos de Isa y Sebas... ¡todavía están muy chiquitos!

- Por favor, mi amor ... ¡solo este fin de semana! Te prometo que yo mismo me encargaré de llamar a Doña Yaya mínimo 10 veces al día. - dijo riéndose - Además podemos verlos por videollamada... ¿no te gusta la idea de estar un ratito solos? - expresó mientras repartía besos por el cuello de Alicia.

- Bueno... si me lo pides así, ¿cómo puedo negarlo? - se rio.

- ¿No cambiarás de opinión? - él se apartó lo suficiente mirarla a los ojos.

- No. ¡Vámonos este fin de semana! - confirmó.

Martin sonrió emocionado y entonces la besó. Tranquilo, apasionado...

- ¡Te amo, Alicia! - susurró contra sus labios mientras la besaba de nuevo.

El beso que inició calmo fue tomando forma y pronto se perdieron el uno en el otro. Martin la atrajo hacia él, sintiendo cada centímetro de su cuerpo... pronto él la ayudó a quitarse el camisón, y la besó con deseo, amor... y así se amaron.

El fin de semana no tardó en llegar y Martin lo tenía todo preparado. Sería una gran sorpresa para Alicia.

Tal como se acordó, Yaya y la niñera se quedarían con los niños.

Dos horas antes del vuelo, Alicia y Martin se fueron hasta el aeropuerto. ¿El destino? Alicia no lo sabía. A pesar de su insistencia en saber a dónde iban, Martin no le dijo nada.

El avión despegó y después de unas horas aterrizó...

- ¿París? - ella preguntó extrañada, mientras miraba por la ventanilla del avión. Desafortunadamente, ese lugar no le traía buenos recuerdos.

- Sé que la ultima vez que estuvimos aquí no fue precisamente por una buena razón, pero ahora estoy seguro de que será distinto. ¡Confía en mí! - le tomó la mano y entrelazó sus dedos.

- ¿Qué estás planeando? - lo miró tratando de comprender.

- ¡Ya verás, mi amor! - respondió sonriendo misteriosamente.

Ya en el aeropuerto, lo primero que hicieron fue llamar a Yaya y cerciorarse de que los niños estaban bien, después tomaron un taxi hacia el hotel que Martin había elegido. Se quedaron en una suite muy lujosa, con vistas a la torre Eiffel. Martin quería que todo fuera perfecto.

- ¡Guau! ¡Me encanta el lugar! - dijo Alicia mirando a la habitación.

- ¡Lo mejor para mi Alicia! - Martin le dijo al oído - ¡Ahora prepárate, porque tengo una sorpresa para ti!

- ¿Ahora? ¡Pero acabamos de llegar! - dijo sonriendo.

- No te preocupes... ¡Yo me encargué de todo! - él se dirigió al closet y sacó de ahí un hermoso vestido rojo largo, una sandalia con tacones y una caja de terciopelo con un collar y aretes de oro, muy discretos pero hermosos.

- ¿Cómo llegó esto aquí? - preguntó ella mirándolo.

- ¡Lo elegí yo mismo y lo envié aquí hace unos días! ¿Te gusta?

Alicia se limitó a sonreír encantada y caminó hacia él, abrazándolo por el cuello.

- ¡Te amo tanto! - dijo ella mirándolo a los ojos y luego besándolo.

...

Después de más de una hora arreglándose, Alicia finalmente salió del baño. Martin, vestido con esmoquin, estaba de pie con un ramo de rosas rojas, esperándola con una hermosa sonrisa.

- ¡Son muy lindas! - Alicia miró las flores - ¡Y tú te ves divino vestido tan elegante, mi amor! - dijo sonriendo.

- ¡Y tú te ves preciosa! - dijo dándole un besito. - Ahora vamos. ¡Y sin preguntas! - le tomó la mano.

Una limusina los esperaba en la puerta del hotel. Alicia estaba muy sorprendida por la cantidad de sorpresas que le estaba dando Martin, el restaurante donde fueron a cenar era uno de los más lujosos de París.

- ¿Qué pretendes con todo esto? - preguntó ella, mirándolo con desconfianza.

- ¡Solo una noche perfecta con la mujer que amo! - respondió sonriendo.

Después de que terminaron de cenar, Martin la llevó a la limusina otra vez.

- ¿Y ahora adónde vamos? - Alicia cuestionó cuando notó que estaban tomando otro camino.

- No podemos venir a París sin ir a la Torre Eiffel, ¿no crees?

Y como era de noche, la Torre Eiffel estaba completamente iluminada, era una imagen impresionante.

- ¡Es magnífica! - Alicia dijo mirando a la torre.

- ¡Vamos a subir! - expresó Martin y la llevó hasta un elevador.

Era alta, y algunas personas también estaban allá arriba. Alicia estaba distraída mirando todo a su alrededor, Martin la abrazaba por la espalda...

- Mi amor ... ¡Quiero hacerte una pregunta! - él le dijo al oído.

- ¿Cual? - dijo ella sin voltearse.

Martin sonrió, la giró para mirarlo y puso la mano en el bolsillo del saco. Cuando Alicia lo vio arrodillarse y abrir la caja para revelar un hermoso anillo de diamantes, no pudo contener las lágrimas.

- ¿Quieres casarte conmigo? - él preguntó sonriendo y mirándola con los ojos llorosos.

- Martin... yo... ¡por supuesto que acepto! - respondió sonriendo mientras las lágrimas corrían por su rostro.

Martin deslizó el anillo en el dedo de Alicia, y así sellaron su compromiso con un beso. Todos los que estaban allí aplaudieron y gritaron.

- ¡Te amo! - él la abrazó con fuerza. - ¡Me estás haciendo el hombre más feliz del mundo!

- ¡Yo también te amo! ¡Te amo! - Alicia estaba radiante y no les importaba la presencia de la gente que aplaudía.

Allí en la Torre Eiffel intercambiaron votos de amor... allí se comprometieron a ser felices junto a sus hijos.

El acompañante (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora