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Maratón 1/5

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Maratón 1/5

—¿Cuál de los tres?— pregunto y miro a Gastón quien está acariciando mi cabello.

—¿Tres? —jadea— ¿Por qué nunca me lo comentaste?

—Nunca me lo preguntaste— digo indiferente.

—Dime por amor a la patria que no te tatuaste la palabra faje— suspira.

Jamás imagine que mi madre tuviera algo en contra de esa palabra en algún sentido. Esa palabra era como su símbolo, su identidad; era ella. ¿Y qué importan un par de tatuajes? Ni siquiera se ven. Bueno, ahora que lo recuerdo lo hice a sus espaldas.

—No —suelto una carcajada— Y ¿qué haces llamándome después de la maleada que te di ayer en el hospital?

—Porque soy tu madre, maldita. Pásame a Gastón— ordena.

Ruedo mis ojos y le paso el teléfono a Gastón, él se endereza y habla con mi madre. Me levanto y doy un recorrido por la habitación, me lanzo en la cama boca abajo. Tengo dos dudas; ¿Por qué mi madre se fue ayer tan a prisa? y dos; ¿Me hago o no otro tatuaje? Gas llega a los minutos y se sienta sobre mi espalda, me saca el aire.

—¡Gastón, bájate! ¡Te pesa el purro!— pataleo. Mi estómago está comprimido.

—No soy Gastón, soy la ametralladora de Manchester— finge la voz de Ruggero.

—¡Que te bajes! ¡Y su voz es más sexy!

—No te resistas a la ametralladora directiva directorial, rindete, no tienes oportunidad, eres vulnerable a sus ataques mortales— esta vez finge voz de Terminator.

—¿Directiva directorial? Eso ni existe ¡Por Dios! ¡Bájateeee!— pataleo y logro tumbarlo en la cama, me siento sobre su cadera y presiono sus manos contra el colchón. Él no forzajea.

—No debiste hacer eso. Has comenzado la tercera guerra mundial, y la ametralladora Manchester está lista para defenderse con todas sus municiones— sonríe.

—No digas estupideces, Gastón. Eres un idiota.

—Recarguen.... Apunten...

—¡Ya! ¡Me quito!— me aparto de él y me tumbo a su lado en la cama.

—¡Ja! El miedito— se burla.

Nos quedamos unos minutos en silencio viendo hacia el techo, la paz invade el ambiente, siempre lo es cuando estoy con Gas. Viene a mi mente Pasquarelli, recuerdo cuando me negó. Mi madre lo vio hace unos días, ¿Cómo se habrá dado cuenta de mis tatuajes? Tal vez si debería ir a ver a Pasquarelli. Mamá dice que va a ir recuperando la memoria si lo ayudamos.

—¿Crees que debamos ir a ver a Pasquarelli?— pregunto. Gastón voltea su rostro hacia mí.

—¿Quieres verlo?— amplía sus ojos.

Mala ItziteryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora