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•Narrador•

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•Narrador•

Itzitery tenía ese dilema en su cabeza. Mientras su psicópata interna le hincaba la médula incitándola a un plan malévolo, sus hormonas la obligaban a quedarse a sentir el placer que este hombre podía causarle, si con tan sólo una mirada sentía que se derretía, no se imaginaba que la amplia experiencia de Ruggero podía hacer que se arrepintiera si no se quedara, pues ninguna maldita fiesta iba a ser más placentera que una noche con él. Sus poros ya se estaban abriendo deseosos de recibir el olor de la piel de Ruggero invadiendo la suya, pero su mente no la dejaba quedarse, pues estaba segura que las cosas no se hacían cuando él se lo ordenase sino cuando su encaprichada gana quisiera.

Itzitery: Estoy cansada, quiero descansar —mintió perpleja.

Ruggero: Puedo pasar la noche dándote todos los cuidados para que te relajes, Pasquarelli —rodeó sus brazos sobre su cintura.

Itzitery sintió esa cosquilla en su oído con el susurro de su voz. Ruggero estaba seguro en querer ser el primero en el cuerpo de Itzitery.

Itzitery: ¡No! —dijo alarmada—. ¡Me voy! ¡Me voy! —caminaba de regreso.

Ruggero: ¿Vas a volver a echarte para atrás como en Londres? —ella se detuvo. Golpe bajo: su orgullo. Dio media vuelta y lo miró fulminante.

Itzitery: ¿Sabe que es lo que pasa, director? Que usted quiere fajarme cuando su maldito purro quiere y eso no es así conmigo. Si yo quisiera fajar ya lo hubiese hecho con cualquiera de los chicos que conozco. Aquí se faja cuando yo quiera, no cuando usted lo diga —se cruzó de brazos. Él parpadeo perplejo y asintió.

Ruggero: Vete a la casa, llegaré en unos minutos —dio media vuelta.

Esta era la oportunidad perfecta para huir. Itzitery salió corriendo lo más rápido que pudo hacia la casa. Nina ya se estaba perfumando al igual que Gastón se peinaba en el espejo, ambos se miraban de reojo a través de él, pero ninguno se atrevía a dirigirse la palabra.

Itzitery: Gracias por esperarme —subió las escaleras y se vistió.

Mientras Itzitery se cepillaba los dientes se asomó por el barandal de las escaleras y miró que Ruggero entraba.

Ruggero: ¿Para donde van ustedes? —preguntó. Gas y Nina quedaron en shock.

¡Mierda! Itzitery salió corriendo con la loca como perro rabioso lleno de dentrifico y salió por la ventana de la habitación de Ruggero, caminando por las tuberías del desagüe del segundo piso, estas temblaban por el peso, Itzitery perdió pie cerca del suelo, lo que provocó que hiciera un ruido al caerse.

Ruggero: ¿Qué es eso? —preguntó Ruggero en la cocina.

Nina: ¡Nada! —dijo Nina con los ojos alarmados. Ruggero no les hizo caso y subió inmediatamente.

Mala ItziteryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora