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Itzitery: ¿E-e-está casado? —susurré

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Itzitery: ¿E-e-está casado? —susurré.

Sentí que mi psicópata interna se convertía en un demonio. La sangre se me subió a la cabeza como juego de martillo en una feria. El demonio interno salió a flote.

Ruggero: Te dije que no lo abrieras —dio dos pasos hacia atrás—. No, no estoy casado.

Itzitery: ¿Y qué significa eso? ¿lba a casarse con ella? ¿O está en espera para cuando regrese? —cerré la gaveta de un golpe.

Ruggero: Itzitery, no es lo que piensas, por favor, déjame explicarte —se acercó a mí, yo levanté mis manos indicándole que no me tocara—. No puedo creer que esté en manos de una niña de 17 años —rodó sus ojos.

¡Oh no! Está despertando.

Itzitery: Yo no te retengo. No quiero ser la sombra de ningún fantastama. Si conserva todo eso es porque aún tiene valor para usted.

Estoy demasiado calmada. ¿Qué pasa conmigo? Creo que es más dolor que enojo.

Ruggero: Itzitery, no voy a engañarte. Te amo, te lo dije, pero aún quiero a Jade, ella fue muy importante en mi vida y no puedo olvidarla así por así —se encogió de hombros.

Itzitery: ¿Sabe que me apartaré de usted,  verdad? —resople, presionaba mi mandíbula—. No voy a decirle nada, yo no soy de palabras, sino de actos.

Ruggero: Lo sé y me duele pero, no quiero empezar lo nuestro con una mentira —estaba diciendo la verdad.

Pero no, yo no estoy para compartir ni siquiera en pensamiento.

Itzitery: Perfecto... Director —salí rápidamente y di un portazo.

Me lancé en mi cama y comencé a llorar con rabia. Lancé toda la ropa de cama y las almohadas furiosa. Volqué todas mis gavetas furiosa, tomé la lámpara de noche y la lancé contra la ventana quebrándola.

Gastón: ¡Itzitery! ¿Qué te pasa? —gritaba Gastón.

Itzitery: ¡Lárgate! ¡Vete al demonio, Gastón! ¡Te odio, maldito! ¡Ojalá te hubieran abortado! ¡Eres un desperdicio de este mundo! —lancé un libro contra la puerta.

Gastón: ¡Cómo quieras! ¡¡Eres una loca!! —supuse que se fue.

Me senté en el suelo contra la pared que daba hacia el cuarto de Ruggero.

Narrador•

Itzitery estaba sentada en el suelo contra la pared, justo donde se sentaba Ruggero desde su habitación. Itzitery apoyaba su cabeza en sus rodillas mientras lloraba sollozante.

Itzitery: Maldito... Me mentiste... No me amas —susurraba en sollozos, su voz ni siquiera era audible.

Ruggero permanecía en el suelo apoyado contra la pared con una pierna flexionada y su cabeza descansaba en su propio hombro.

Mala ItziteryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora