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Itzitery: No

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Itzitery: No. Yo tampoco sabía que usted corría —di un mordisco a mi sandwich.

Ruggero: ¿Cómo aprendiste?

Itzitery: Mitchel 'Poponte —lo miré.

Ruggero: ¿El que anda buscando la policía por hacer carreras ilegales en Londres? —jadeó, yo asentí orgullosa. La puerta se abrió, Ana entró.

Ana: Maldita sea, no sé si pueda acostumbrarme a esto —entró directo a la cocina.

Itzitery: ¿Qué le pasa? —reí.

Ruggero: Iré a ver —me dio un beso en los labios y se fue a la cocina.

Oh, oh... ¡Qué me estaba pasando! Salí corriendo hasta arriba a mi habitación y fui al baño. ¡Ay no! El mes me había venido. Esto estaba muy mal, siempre me venía con muchísimo dolor y cambios de humor drásticos y no traje la maldita pastilla para el dolor. ¡Ni siquiera tengo un maldito tampón! ¡Hace dos días era virgen no usaba esas mierdas! Lo bueno es que si traía toallas femeninas. Me acosté en mi cama y el dolor comenzó a esparcirse, no soportaba más. A la media hora yo estaba apunto de explotar en gritos de dolor, sólo podía llorar como loca. Ruggero abrió la puerta.

Ruggero: Aquí estás —entró. Se arrodilló en la cama y me dio un beso en el cabello—. Ana ya se fue.

Itzitery: ¡Qué bueno! ¡No quiero ver esa perra en mi vida! —grité.

Ruggero: Itzitery... ¿Qué te pasa? —frunció el ceño.

Itzitery: ¿Qué me pasa? ¡Qué no soporto a esa maldita zorra, ni su presencia! ¡¡Ni siquiera lo soporto a usted!! —sollozaba.

Ruggero: ¿Estás llorando? ¿Qué está mal? —dijo preocupado.

Itzitery: ¿Llorando? ¡No! —dije sarcástica—. Estoy lavando ropa —me levanté.

Ruggero: Itzitery... ¿Pasó algo? Dime —se acercó.

Itzitery: ¡Quiero que usted, su hermana y todos se vayan a la mierda! —le lancé una almohada.

Ruggero: ¡¡Estás loca!!

Itzitery: ¿Loca? ¡Si no se larga voy a tirarle un tacón! —miré el suelo y encontré uno de mis zapatos con tacones de aguja de veinte centímetros.

Ruggero: ¡Itzitery! ¡Cálmate! ¡Vas a sacarme un ojo! —alzó sus manos.

Itzitery: ¡Lo que quiero es arrancarle las bolas! ¡Largo! —lo amenacé con el zapato.

Ruggero: ¡Está bien! ¡Ya me voy! —salió de la habitación. Dí un grito y me lancé al colchón, comencé a gritar con la almohada contra mi cara y ya pataleba, hice todo tipo de posiciones y maniobras para sentirme más cómoda, pero no podía más. Comencé a llorar como si se me hubiera muerto mi tortuga, luego de unos quince minutos Ruggero volvio a entrar—. ¿Cómo estás?

Mala ItziteryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora