Capítulo 35: Cielo de Babel

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«La niña de las cicatrices, ¡Ah...!, y así fue como ocurrió».

«Dentro de su propia encrucijada, fue que él la conoció».

[La resguardada gema azul]

[El liberado elemento rojo]

«Más allá de todo odio, existió alguna vez un abrasivo amor irracional».

Mientras que el portador de la muerte nada sobre el tiempo hacia el horizonte, las llamas de la vida emergen desde las profundidades de la tierra para elevarse por el espacio hacia lo alto. Una historia de equilibrio entre el amor y el odio se entrelaza y pone orden a cada punto en el universo siguiendo una dirección encaminada hacia el vacío. El destino es tejido así por ambas piezas como si fueran un par de hilos danzando en la oscuridad, envolviendo bajo la luz de su manto todo lo que ha existido, existe y existirá alguna vez. Y como mera casualidad de aquel juego, las miradas de dos niños se juntan por primera vez en un evento como cualquier otro, sobre los campos rebosantes en flores de fuego.

Un ángel inocente que solo anhelaba libertad es aclamado entre miles de voces con injusta devoción. Sus débiles ojos luchan por aferrarse a los colores de este mundo que le retiene como prisionera, cuando el azote de cien cuerdas contra su frágil cuerpo le hacen recordar el capricho de su maldito destino. Arceus así ha ordenado que comience el juego; diez minutos en el fuego serían tortura suficiente para volver cenizas su cuerpo y extinguir su alma en el sofoco vacuo del acero.

Sin embargo, antes de que se ejecute tal sentencia, basta solo con el sacrificio de un alma para conseguir salvarle. Un demonio de endurecida piel roja, tal como la misma sangre enervada que corría por sus venas en ese momento se arroja al incandescente fuego para crear una distracción solemne.

Aguamarina ha vivido un día más a su crucifixión gracias al heroico acto de su mejor amigo, y esa misma noche escapan de la capital. Una Riolu de ocho años y un Pawniard de siete se convierten en fugitivos en pos de alcanzar sus sueños, en pos de conseguir la libertad. Guiados solo por las palabras de una carta es que atraviesan el inmenso campo lleno de nada más que muerte y desolación, el cual se ha convertido en su hogar. El paraíso libre de discriminación que les aguarda en el territorio de Wolframio.

[Bebiendo el amargo veneno de cruel eternidad]

------Presente-----

—Me has engañado por completo —Expresa un cuervo negro al Pokémon que va montado encima suyo mientras ambos se desplazan por el cielo—, por un momento llegué a pensar que forzarías al Lucario a trabajar para ti.

—Tú y Maxwell solo saben abrir la boca para decir estupideces. —Replica el comandante Bisharp con molestia, siguiendo la conversación en su cabeza—. Fue una pérdida de tiempo hablar con él, lo único que ese chico tiene de parecido a su madre es el semblante... por dentro, no obstante, poco diferente es al resto de Pokémon acero que tanto mal le hicieron al país con sus prejuicios.

Sobrevolando el espacio aéreo de la montaña con la estructura metálica, el Corviknight comenzó a descender mediante círculos dando a Bismuto la oportunidad de investigar una vez más aquel artefacto similar a una espada que partía la montaña en dos y se elevaba hasta casi hacer contacto físico con el halo cerúleo.

—Tres pulsaciones seguidas es algo que jamás había presenciado. Me pregunto que las estará generando... —Habla el Bisharp en voz baja, centrando su mirada en el faro con su nombre a la distancia sin permitir que el viento llegue a escuchar palabra alguna—. Más vale que Maxwell ya cuente con una buena teoría sobre lo que está ocurriendo.

Pokémon: La fuga del soñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora