Capítulo 33: Justicia incómoda

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-- 7:30 AM Sábado 22 de octubre del 2016. Era de Plata --

—Es inútil. —Vociferó Amatista tras un gran suspiro—. Mis poderes no consiguen tener efecto alguno sobre su cuerpo.

—¡Vuelve a intentarlo! —Amenazó Lucario al Espeon sujetándole del pescuezo—. ¡¿No que eras el líder de este grupo?! ¡Actúa como tal y usa ese movimiento de sanación hasta que despierte, maldita sea!

—¿Qué pasa con Espiga? —Preguntó Shinx nervioso apenas entró a la habitación continua.

Tras echarle una mirada al niño, Cobalto liberó a Amatista de sus garras y se dejó caer en la silla que tenía detrás, cubriendo su rostro derrotado con ambas manos.

—Espiga... Magenta no hecho nada malo... —Expresó Cobalto apretando los dientes—. ¡¿Por qué le ha tenido que ocurrir esto?! ¡¿Por qué ahora?! ¡¿Por qué si ya sabía lo que pasaría no nos dijo nada para impedirlo?!

—La noche anterior saliste de aquí con lo que apuntaba a ser una idea muy bien formada en tu cabeza. —Interrumpió Amatista su soliloquio—. ¿Te molestaría contar a profundidad sobre lo qué ocurrió en el mirador de Wolframio?

Tras tomar un debido respiro para recuperar un poco de calma, Lucario pasó a exponer su teoría acerca de la percepción del tiempo de Magenta. Hipótesis que, pese a que sonaba absurda e inverosímil a los oídos de Amatista y Disteno, la pareja decidió escuchar en silencio hasta el final y sin interrumpir una sola vez en señal de respeto a la seriedad con la que Cobalto hablaba. Lucario, no obstante, terminó por hacer una pausa propia luego de recordar la oportunidad que dejó pasar para aclarar sus pensamientos y confesar sus sentimientos con Magenta por mero miedo que sus inquietudes resultasen ciertas, desaprovechando el tiempo solo en juegos simples y superfluos pero que le permitieran continuar feliz en la ignorancia.

—¿Cian? —Habló finalmente Levigis mirando el reloj de la pared—. Habla entonces, ¿Qué pasó entre tú y Espiga? La cita de ayer era a las diez de la noche, han transcurrido poco más de nueve horas desde la hora señalada. —Reviró en dirección a Magenta, prestando especial atención al collar de zafiro sobre su pecho—. ¿Pudiste hablar con él antes de que quedase en ese estado?

Una respuesta inmediata fue dada por el Pokémon del aura ahora en pie, mas no fue con su boca sino con sus puños como respondió. Arremetiendo con gran fuerza en contra de la pared del hotel, con el puro deseo de dejar en ella una cicatriz que tapase el arrepentimiento que carcomía la integridad de su alma. Asustando tanto al Pokémon psíquico como al eléctrico en el proceso.

—Ayer en la noche me reuní con Espiga tal como Dalco sugirió... ¿Dónde está? —Lo buscó con la mirada en cada rincón de la habitación—. Como sea, cuando llegué con Espiga... Magenta dijo que podía recordarnos... De verdad que podía recordar el nombre de las estrellas... de las plantas... de cada uno de nosotros... ¡Hasta que de pronto se desvaneció sin más!

—Se desvaneció sin más... —Repitió Amatista acercándose a Espiga para emplear de nuevo Luz lunar—. Pudiera ser un efecto colateral de la mente provocado por la súbita llegada de todos sus recuerdos de manera simultánea. Me atrevería, sin embargo, a decir que es mucho más que un simple síncope vasovagal. —Pegó la oreja derecha al cuerpo del tipo lucha, tratando de escuchar algo que pudiera discutir con su falta de pulso en la muñeca—. Dalco salió rumbo al coliseo desde temprano. Dijo que necesitaba ordenar los pensamientos en su cabeza antes de los combates y que esperaba verte allá.

—Pero Magenta... ¡No puedo irme y dejarle así sin más!

—Serénate un momento. —Levantó Espeon la voz—. Su corazón, aunque débil, sigue latiendo a un ritmo constante. Si hay algo que podamos hacer para sanarle no se conseguirá por medio del pánico. Disteno y yo nos quedaremos aquí a vigilar por cualquier cambio, así como para evaluar su evolución y trazar el mejor plan de acción.

Pokémon: La fuga del soñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora