Un Lucario que pasa sus días soñando con convertirse en caballero y un Lycanroc obsesionado con recuperar lo que le fue arrebatado, unen sus fuerzas a las de un Espeon desesperado por conseguir un objeto legendario procedente de la era mitológica.
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«Mientras haya enigmas pendientes de resolver, Pokémon soñadores jamás dejarán de nacer. Explorarán el fin del mundo ávidos de respuestas; y morirán sin que la menor de sus dudas quede resuelta.».
(El jinete de las olas, Greninja, tomo No. 53 p. 204)
En lo que el sol se oculta entre las montañas, las garras de una furtiva criatura hacen eco conforme se acercan al último piso de la consagrada torre de Arceus.
—Oh, ¿de verdad vas a intentarlo? —cuestionó la entidad cubierta por el manto de sombras en cuanto vio al proclamado justiciero del planeta interponerse en su camino—. Tantos lo han hecho antes que incluso perdí la cuenta, pero todos ellos terminaron con el mismo destino. Sin importar cuan puras puedan ser tus intenciones, nada puede compararse al poder de un Pokémon legendario. ¡Este mundo hace mucho que dejó de pertenecer a los soñadores como nosotros!
—¿Dices que Arceus ha elegido por abandonar a su propia creación? —preguntó el Pokémon de pecho verde y piernas blancas, mostrando una posición defensiva mediante unos brazos largos que se extendían por detrás de sus codos—. No sé nada de ello ni me interesa discutirlo. ¡Lo único que me importa es impedir que alcances este portal!
Realizando un juramento con sus espadas, el caballero Gallade alcanzó la joya que llevaba en la cresta de su casco para dar comienzo a una dolorosa transformación con la que pretendía liberar todo su potencial durante un breve lapso. Con capa blanca y espadas malva inició la feroz batalla que decidiría el destino del mundo entero. Todas sus promesas, todos sus sueños, todo por lo que luchó y se enfrentó yacía a la vuelta de la página en la historieta de un Lucario incapaz de contener su emoción. Sentado en una banca a mitad de la plaza central y en pleno mediodía, con un zumo de bayas Aranja para sopesar el calor en lo que leía el desenlace de: «El Caballero White».
Jueves trece de octubre del año 5066 en el calendario de Áurea. Un día caluroso y seco, no muy diferente al resto de los vividos en la región desde que inició la primavera. Treinta y siete grados en el termómetro y un cielo completamente despejado permitía al sol castigar a todo quien osara poner un pie fuera de su casa. El aumento de las temperaturas año con año era ya una condición habitual. No obstante, si bien ese día se sentía bastante similar en ambiente, lo cierto es que era muy diferente al resto en carácter.
—Se solicita a todos los habitantes de Acerola evacuar la ciudad de inmediato —anunciaba un inexpresivo mensaje que llevaba repitiéndose en los altoparlantes Loudred desde la mañana—. Diríjanse a las zonas señaladas en el mapa, o sigan a los soldados para tomar un transporte que los lleve al refugio más cercano. No pongas en juego tu integridad física por proteger tus pertenencias, lleva solo lo esencial contigo...
