Capítulo 44: La fuga del soñador

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—Ahora que Amaranto consiguió derrotar a Bismuto, finalmente podremos reanudar nuestro viaje rumbo a Pachira sin interrupciones —Celebró un orgulloso Espeon a las afueras del hotel, colocándose al lado del Lycanroc que ahora portaba una capa gruesa de terciopelo y una corona dorada sobre su cabeza.

—¡Estuviste increíble! —Elogió Shinx emocionado—. ¡Ojalá de grande pueda ser tan genial como tú!

—¡Fue tan emocionante! —Aplaudió Mienshao múltiples veces—. No creo que pueda olvidarme de una batalla así en mi vida.

—Andando que aquí huele a muerto —Mencionó el lobo cargando su enorme trofeo para dirigirse de vuelta al auto sin dar mucho reparo en los elogios—. Cuanto más rápido dejemos esta ciudad mejor.

—Gracias... por todo Amaranto —Agregó Lucario tras observar un poco la situación, repasando todo lo que había pasado en su cabeza, agradeciendo el hecho de que Magenta se encontraba bien y con ellos, pudiendo recordar lo acontecido el día anterior—. Me alegra poder formar parte de este equipo.

—Respecto a eso... —Murmuró Levigis.

—¡Tú no me toques más! —Quitó el rojo la mano del Azul que había descansado sobre su hombro—. ¡No hiciste más que entorpecer todo y ponernos en un peligro innecesario! Tu vida entera se resume en ser una molestia para quien se te acerque.

—¡Sí, ¿Dónde estuviste mientras Amaranto luchaba en el coliseo! —Preguntó Shinx con molestia—. ¡Por tu culpa me perdí en esta ciudad además! ¡Todo lo que sabes hacer es decepcionar a la gente que más confía en ti!

—Cian también fue incapaz de ayudarme cuando más lo necesitaba —Añadió Magenta—. Prefirió irse por ahí a jugar a las luchas en medio de la crisis que sufrí en el mirador. No hace más que pensar en sí mismo y sus propios intereses a costa de los demás.

—Yo... —Quedó el Lucario sin palabras, escuchando en silencio todo lo que los Pokémon que más respetaba decían de él como si fuera una verdad absoluta.

—No sirves para nada —Repitieron los tres, uno detrás de otro de forma insistente—, eres una basura inútil. Fracasas en todo lo que intentas, el mundo estaría mucho mejor sin ti. Habría sido mejor si hubieras desaparecido junto a Bismuto y el resto de los tipo acero.

—Magenta... chicos yo...


—Me temo que —Retomó Espeon la palabra—. El error más grande que pude cometer como líder de equipo fue haberte brindado un espacio en nuestro gremio. Desliz que ahora mismo pienso corregir por el bien de nuestro viaje. Después de todo, ahora que el candado de Molayne ha sido destruido de nada sirve conservar con nosotros una inservible y disfuncional llave. Magenta, por favor es el honor y que sea rápido.

—¡A la orden capitán!

—¡Esperen! —Suplicó el Lucario encerrado ahora entre los barrotes de piedra que el lobo había generado para detenerlo— Yo nunca quise que las cosas fueran de esta manera, yo solo...

—Hasta nunca Cian —Susurró Mienshao interrumpiendo al Pokémon acero, clavando en el pecho del perro un cuchillo maltrecho que relucía en todos los colores del arcoíris en una manera disonante—. Duerme en silencio de una vez y para siempre.

Y con ese vil edicto propagándose en el espacio ahora vacío que le rodeaba, el Pokémon quedó en su sitio abandonado, sintiendo como su cuerpo se entumecía y petrificaba en lo que una neblina blanca que cubría cual manta la ciudad opacaba su vista por completo.

—¡Magenta! ¡Perdóname, perdóname! —Repetía y repetía en su cabeza, aun cuando sus cuerdas bucales y sus labios habían dejado de moverse, incluso a la hora en que su respiración había desaparecido y los pulmones habían cesado sus funciones. No hizo más que implorar por la absolución de una falta que sabía muy bien había cometido, o que al menos, así se sentía de responsable tras presenciar lo ocurrido aquella tarde en la ciudad.

Pokémon: La fuga del soñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora