XXIX. VERDE

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CAPÍTULO VEINTINUEVE
ACTO CUATRO: ANOCHECER

(NOTA: el chico de arriba es quien a través de todo el fic va a interpretar a Anthony LaRusso)

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(NOTA: el chico de arriba es quien a través de todo el fic va a interpretar a Anthony LaRusso)

Esta es la cuestión: Lara Mills siempre ha sido la culpable de todas las decisiones que ha tomado.

Es un hecho del que es consciente, y después de la décima decepción, finalmente lo ha aceptado. Y esta vez no es diferente. Resulta que mandar a la mierda a su madre ausente no fue la mejor manera de afrontar la situación. Después de aquello, Ali Mills había decidido que ya estaba harta del mal genio de su hija y, por lo tanto, había dejado de pagar el alquiler de la casa donde Lara vivía anteriormente. Y sí, la joven rubia sabía que se merecía aquel castigo, pero eso no impedía que se sintiera extremadamente resentida por ello.

Ya había pasado algún tiempo desde entonces. Un mes exactamente. Ese era el tiempo que Lara Mills llevaba viviendo, comiendo y durmiendo junto a Samantha LaRusso como acto de solidaridad de su familia. Uno se preguntaría si eso la enfurecía, y la verdad era que no lo hacía. Ahora mismo, Sam era el menor de sus problemas. Hoy en día, sus mayores problemas siempre parecían estar relacionados con los chicos. Y diablos, no le gustaba sentirse como un proyecto de caridad. Así que sí, estaba agradecida con los LaRusso, pero eso no cambiaba el hecho de que no planeaba quedarse con ellos por mucho más tiempo. Quería un maldito empleo, eso era lo que quería.

Sin embargo, todos sus pensamientos se esfumaron cuando sus ojos se encontraron con los verdes de Anthony LaRusso, quien se encontraba frente al refrigerador, tomando leche directamente del cartón a mitad de la madrugada.

La adolescencia y la genética habían sido amables con él.

—Esta noche pareces muy tensa —comentó él, con la voz pesada en la garganta. —¿El té no está haciendo efecto? —preguntó, señalando la taza que ella tenía entre manos.

Lara sacudió la cabeza lentamente. —El té no me hace eso, niño.

Anthony inclinó la cabeza hacia ella. —Así que estás tensa. ¿Estrés?

La mandíbula de Lara se apretó. —El torneo.

—No lo entiendo. —Sintiendo que esta conversación se desviaba de forma extraña, Anthony añadió: —Pero parece que necesitas algún tipo de alivio del estrés.

Ella inclinó ligeramente la cabeza. —¿Qué sugieres?

—Sexo —soltó él. No supo por qué lo dijo, pero al instante supo que había dicho algo correcto, porque los ojos de Lara se oscurecieron mientras volvían a revolotear por su figura.

—Tengo mucho sexo, niño —respondió ella, sonriendo levemente con su habitual sonrisa.

—Que te excites a ti misma no cuenta, ya lo sabes.

𝓐𝐿𝐼 ▹ ROBBY KEENE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora