XVI. PECADORES

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CAPÍTULO DIECISÉIS
ACTO DOS: ATARDECER

CAPÍTULO DIECISÉIS ACTO DOS: ATARDECER

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—Vandalicé Miyagi-Do.

Fue lo primero que salió de la boca de Halcón cuando vio a Lara fuera de su casa. El pelirrojo artificial tenía los ojos vidriosos y la rubia no lucía mucho mejor: su cabello dorado no poseía su brillo habitual y lágrimas escurrían de sus ojos.

—¿Qué hemos hecho? —susurró Lara con la voz rota, mirándolo fijamente con sus ojos miel—. ¿En qué nos hemos convertido?

Y Halcón se lanzó a abrazarla porque no sabía qué otra cosa hacer o decir, su propio corazón le dolía y no solo por lo que hizo, sino que también le punzaba como una navaja ver a la chica frente a él como una muñeca de porcelana a punto de romperse. La chica lo apretó con fuerza, como si él fuera lo único que la mantuviera a flote, como si fuera su ancla con el mundo terrenal.

—Hice cosas horribles... cosas detestables —Lara le dijo al oído, como si él la fuera a absolver de sus pecados, pero ¿cómo podría un pecador absolver a otro? — Me odio —le confesó.

—Ey, no. No digas eso —el chico se separó de ella lo suficiente como para poder mirar sus ojos, los cuales seguían produciendo lágrimas sin parar —. Cálmate, respira. Podemos resolverlo.

Con cuidado, Halcón le limpió las lágrimas, pero eso solo provocó que Lara llorara más.

—No llores, ¿si? —el pelirrojo le dio un beso en la mejilla —. Esas lágrimas son diamantes. Confía en mí.

—Tal vez Robby tiene razón, soy tan volátil que por eso nadie me quiere —Lara suspiró con amargura y se limpió las lágrimas con el dorso de una mano—. Mi madre seguramente pensó lo mismo.

—¿De qué hablas? —Halcón le preguntó confundido—. A mí me importas aunque seas volátil y estoy seguro de que puedo ayudarte. No sé, tal vez pueda acompañarte al doctor o algo. Yo... simplemente quiero hacerlo.

—Lo sé, aunque no sé si lo merezco —la rubia lo miró con aprensión mientras lo soltaba gentilmente de su agarre —. ¿De verdad me acompañarías? Creo que es hora de que confronte a mis demonios.

—Sí te acompañaría, pero antes de todo eso, necesito saber... ¿sientes algo por mí? —los ojos claros del chico observaron detenidamente el rostro ovalado de Lara en busca de una reacción.

—Sí.

Halcón perdió la batalla.

La agarró y la atrajo hacia sí, rezando por solo una probada antes de que ella lo alejara. Solo una probada.

𝓐𝐿𝐼 ▹ ROBBY KEENE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora