VIII. PERDÓN

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CAPÍTULO OCHO
ACTO UNO: AMANECER

Robby Keene se encontraba fuera de la casa de su novia y sus manos sudaban de los nervios

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Robby Keene se encontraba fuera de la casa de su novia y sus manos sudaban de los nervios.

Con mucha parsimonia tocó el timbre y esperó a que Lara abriera la puerta; él no se iba a rendir tan fácil por algo tan tonto.

Después de un par de minutos, la chica abrió la puerta con el ceño fruncido.

No lucía amigable.

—No creí que fueras a venir. ¿Qué quieres?

—Sabes que quiero, Lara —murmuró el rubio—. Quiero hablar.

—Bien. —Lara se hizo un lado para dejar que el ojiverde pasara—. Vamos arriba y hablemos.

Ambos subieron las escaleras y entraron al cuarto de la chica, el cual está limpio y ordenado, como siempre.

Lara se detuvo y se volvió para poder verlo con los brazos cruzados.

—Bueno, empieza a hablar —ordenó ella, tratando de encontrar una falla.

—Sé lo que piensas —concedió Robby de forma comprensiva—, pero no me traigo nada con Samantha, lo juro. Y siento haber intentado golpear al latino —se disculpó.

—Dime la verdad Robby — Lara lo encaró y habló con tono serio: —¿Me eres infiel?

—¿De qué hablas? —Preguntó Robby, genuinamente confundido. Se acercó a Lara y observó su fisionomía—. Jamás te haría eso, y lo sabes. Además, tú eres la que estaba muy feliz con el latino —agregó con ligera molestia.

—¡Estaba borracho, Robby! —la muchacha empujó al rubio con sus manos—. Y tú lo querías golpear sin razón.

—Había una razón. —Robby tomó sus manos entre las suyas para que ella dejara de empujarlo—. ¡Eres tan inocente que no lo ves, Lara! Los chicos gustan de ti.

—¿Y eso qué? —Lara intentó volver a empujarlo con sus manos pero el chico la empujó contra la pared más cercana y sus cuerpos quedaron pegados—. ¡Yo solo te quiero a ti, Robby!

—¡Y yo solo te quiero a ti, Lara!

—Entonces promete que no me vas a ser infiel —murmuró Lara. Al no oír respuesta, su cara adquirió una tonalidad roja—. ¡Promételo!

—¡Deja de pelear! —Él jadeó, sonando sin aliento por contenerla. No era tan fuerte como ella temía; esto le dio otro impulso de energía de lucha. —No voy a... ¡No voy a serte infiel! ¿Por qué querría hacerlo? ¡Deja de pelear!

𝓐𝐿𝐼 ▹ ROBBY KEENE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora