Treinta y seis || HyunMin

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Mudarme de ciudad, era algo que me estaba costando demasiado.

Dejé a mis amigos, una gran parte de mi familia y mis estudios en Seúl, de verdad me pesaba ello, pero me repetía las palabras que mamá decía cuando me veía desanimado "Hyunjin, esta es una nueva oportunidad, verás que Busan te regalará grandes cosas, ya lo verás"

Y ella tenía en absoluto razón.

Era domingo muy temprano, los rayos del sol apenas comenzaban a salir, el sueño era más que yo, eso hasta que sentí pequeños rasguños en mi mano izquierda que colgaba fuera del borde de la cama.

—Buenos días Kkami— dije con una sonrisa al ver a mi pequeño llamando mi atención —¿no consideras que es muy temprano para estar despierto?

La única respuesta de Kkami, correr hacia el mueble donde yacía su correa, haciendo que entendiera lo que buscaba.

—Está bien Kkami— me senté en la orilla del colchón y empecé a estirar lentamente mis brazos y espalda —te daré un paseo, pero dame unos minutos para ducharme y comer algo.

En 20 minutos hice eso, estando preparado para darle un paseo a mi pequeño bebé.

Con cuidado de no hacer ruido y con ello despertar a mis papás, bajé las escaleras para después salir por la puerta con Kkami en brazos.

Una vez en la calle, lo bajé y comenzamos con el paseo.

En la empresa que papá trabajaba, le habían ofrecido el puesto de su vida, pero para ello debíamos mudarnos al otro lado del país.

Al inicio decir que estaba molesto era poco. Sentía que mis papás eran unos egoístas al obligarme a ir con ellos y dejar todo aquello que en 17 años había conocido.

Pero al final supe que no ganaba nada siguiendo molesto, que podía costarme al inicio, pero que debería lograrlo.

Nuestra nueva casa quedaba cerca del mar, el cual no había visto desde el momento de la mudanza, así que creí sería buena idea ir y ver un poco.

—Kkami ¿te parece ir a la playa?— pregunté con entusiasmo. Su única respuesta fue un ladrido sonoro, el cual tomé como una afirmación.

En menos de 5 minutos de caminata llegué a la playa. El sonido de las olas de mar hizo que mi piel se erizara.

—Esto es bellísimo— dije en voz baja para mí mismo. Mi fascinación con la imagen que me regalaba la playa frente a mí, fue tanta que por accidente solté la correa de Kkami, como resultado, salió corriendo.

—¡Kkami! ¡No corras!— pero parecía que dije lo contrario, porque Kkami comenzó a correr con más fuerza.

Así que, por ende, terminé corriendo en la arena intentando tomar a mi bebé, pero el pequeño era demasiado astuto como para que yo lo atrapara tan fácilmente.

En mi mente se armaban los peores escenarios. Estaba exhausto, pero la idea de perder a Kkami hacia que sacara fuerzas para seguir corriendo tras él.

A lo lejos pude ver como se detenía a lado de un chico castaño quien estaba sentado en la arena. Al inicio me pareció extraño puesto que mi perro no se acercaba a desconocidos, al contrario, les huía y ladraba.

Seguí corriendo hasta donde el misterioso chico, apenas llegando me tuve que sostener sobre mis rodillas e intentar recuperar el aliento —Kkami, n-no vuelvas a-a huir— regañé a mi perro y con ello conseguí el extraño se riera levemente.

—Creo que no te va a entender— dijo el desconocido mientras acariciaba el lomito de Kkami.

—Estoy seguro de que me entiende, pero me odia y quería hacerme correr— dije, haciendo que el chico me sonriera.

One shots || Stray KidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora