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Steve contra su voluntad soltó el cuerpo de Natasha sin antes besarla por última vez, el cielo comenzaba a tornarse claro, pues el amanecer había llegado y con ello su despedida, la mujer le sonrió con timidez antes de desaparecer ante sus ojos en un Mercedes Benz altamente blindado, se grabó de nuevo la imágen de aquella mujer que le había robado hasta el aliento, aún podía sentirla en sus manos, sus besos en su cuello y como su cuerpo se amoldaba al de él; negó con la cabeza riendo y después de verla partir se adentró de nuevo hacía su oficina la cual era un completo desastre y debía limpiarla, se recriminó a si mismo no haberle pedido su número de teléfono; al parecer lo suyo sería así; sólo encuentros casuales.

— Natasha, no hagas cosas malas que parezcan buenas, estas comprometida.

La voz de Vladio Shertz sacó de trance a Natasha quién camino a casa se había entretenido observando a detalle las calles de Nueva York, se maravillo de cómo poco a poco cobraban vida.

— Sólo me divierto un poco, fue la promesa de mi padre, al llegar a América podía ser libre.

La pelirroja suspiró recordando aquellas promesas vacías que su padre solía hacerle, ella no tenía la culpa de haber nacido en una familia de mafiosos, ni mucho menos de ver morir a sus hermanos durante años, para desgracia de Natasha, su madre Eleanor Romanoff era una completa desconocida para ella, desde muy pequeña fue criada por sus nanas ya que su madre tan sólo quería varones.

— Serás esposa de Barnes, asi que dudo tengas libertad — Vladio le sonrió con lástima, el hombre ruso, de carácter feroz y serio apretó suavemente la mano de su protegida, Natasha para él era como su hija, desde su nacimiento se había hecho cargo de su seguridad y jamás había fallado.

— ¿Seguirás cuidando de mi?

Natasha bostezó mientras Vladio asintío.

— Siempre Natasha, siempre.

James Barnes era un joven con un alma vieja dentro de él, los últimos veinte años de su vida habían estado llenos de violencia y drogas; aquel niño escuálido y temeroso que había vivido en Brooklyn se había esfumado; tan sólo recordaba caos en su vida.Peter Barnes, su padre,  era un capo de la mafia americana, el más letal e imponente del continente; sus negocios y tratos con el resto de los cárteles del mundo, lo hacían ser invencible; mujeres, drogas y fiestas exóticas eran su día a día; un hombre alegre y amigable, pero si lo traicionaban no dudaba en poner una bala en la frente del culpable. Y no dudo en matar a Rebeca Walters, una mesera de Texas de quién estuvo enamorado por años, pero quien lo traicionó al ocultarle la existencia de un heredero; un varón que podía seguir sus pasos.

Y asi fue, una noche lluviosa en Brooklyn, Peter Barnes dió con el paradero de su hijo ante la mirada horrorizada de la joven madre quien se había alejado de él al saber a que se dedicaba.

— Deberias irte por favor.

Rebeca asustada trató de evitar que el hombre avanzará hacia su humilde hogar, sus fuerzas fueron en vano cuando el hombre la arrojó contra el suelo mientras sus capos comenzaban a desordenar aquel lugar.

— ¡Becky! Tan sólo he venido a visitarte, te he extrañado todo estos años — el hombre le sonrió con frialdad levantandola del cabello haciéndola jadear de miedo y dolor — sigues siendo tan hermosa, ¿Donde habias estado cariño? Tarde años en encontrarte, ¿Tienes algo mío, no es así?

Rebeca sollozó aterrada al sentirse acorralada contra la pared, podía sentir las manos del hombre tocarla sin pudor, incluso comenzaba a lastimarla, la pobre joven sería capaz de aguantar aquel trato, con tal de que Peter no se llevara a su hijo, se rehusaba a que estuviera dentro de aquella red de mafiosos.

Ᏼꭺꭱꭲꭼɴꭰꭼꭱ || 𝑹𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐𝒈𝒆𝒓𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora