25. (+18)

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Natasha se sentía fastidiada y aturdida, llevaba más de una hora sentada observando el auge de la fiesta que su madre había organizado para su cumpleaños; la música resonaba en el lugar, el alcohol no faltaba, así cómo miradas lascivas hacía su persona.

— Steve, necesito vomitar ...

Natasha se puso de pie siendo seguida por su guarura quién no le quitaba la mirada de encima; James había sido claro con él, ahora debía de cuidarla más pues su hijo era importante.

Quiso entrar al sanitario a acompañar a Natasha pero esta se negó, sin dejar atrás su papel de seguridad se quedó afuera escoltando la puerta mientras esperaba a Natasha quién había devuelto lo poco que había comido en el día; con el paso de las semanas los síntomas eran toda una odisea, agregando sus viajes por todo Estados Unidos y ahora por Rusia a dónde habían regresado para dar la buena nueva; sus padres la felicitaron secamente llenandola de advertencias de cómo debía cuidar a ese bebé con su vida.

Alexei Romanoff estaba contento con el manejo de sus negocios en América por James y su comitiva; el tráfico de armas rusas y heroína aumentaba de manera exitosa adueñándose poco a poco de Canadá dejando atrás a sus enemigos, James y Alexei solían pasar largas jornadas encerrados en su despacho creando nuevas estrategias.

Natasha por su parte ignoraba a su madre y comenzaba a hacerlo también con Yelena quién desde su llegada la había llenado de preguntas sobre Steve.

— ¿Es soltero? Es guapísimo Nat...

Yelena sonreía con malicia, atrás había quedado la niña buena que solía hacer, poco a poco sacó a relucir sus atributos y la sensualidad que poseía, siempre había querido ser una Romanoff pero su padre le dió a entender que una Belova también era digna de llenarse de orgullo.

— Aunque muy serio, se toma muy enserio su trabajo.

— Y eso lo hace ser aburrido, no tiene vida y es fastidioso — Natasha fingió mostrar indiferencia hacia Steve quién vigilaba de cerca a ambas mujeres quienes disfrutaban de un rico almuerzo en un restaurante de lujo en San Petersburgo, aquella mañana a Natasha le había apetecido salir a dar un paseo y de compras y que mejor que estar acompañada de su mejor amiga.

— Quizá pueda ayudarlo un poco, a que se desenvuelva...

Natasha frunció el ceño extrañada al ver aquella actitud de Yelena, tomó un sorbo de su limonada y después negó.

— Yelena, no te acerques a él — aclaró su garganta tratando de sonar lo más tranquila posible — él no es para tí, además no debe tener distracciones.

Yelena asintió mordiendo su labio; si pudo tener a James, porsupuesto que podría tener a Steve Rogers, lo decretaba.

Natasha vagaba por la casa en la cual había crecido, la lluvia no cesaba creando un ambiente frío y sombrío, James y su padre habían salido a una cena de negocios y ella fingiendo malestar logró quedarse en casa, se abrazó a si misma y salió hacia el patio trasero donde se encontraba la casa de huéspedes que más bien había sido por años la guarida de Natasha.

Steve terminaba de cenar cuando la observó salir hacía el jardín, intrigado decidió seguirla sintiendo como la lluvia poco a poco la empapaba, entró a la pequeña casa siendo recibido por un abrazo de la mujer quien soltó una risa al sentirse cargada por el hombre.

— Hola Cielo.

— Hola preciosa, te he extrañado.

Natasha suspiró sintiéndose protegida en los brazos de Steve quien se dirigió hasta el sofá más cercano, se sentó dejando a Natasha arriba de él, ambos juntaron sus frentes disfrutando de ese momento en lo que parecía ser su nuevo refugio.

Ᏼꭺꭱꭲꭼɴꭰꭼꭱ || 𝑹𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐𝒈𝒆𝒓𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora