¿Cómo decirte lo que siento?

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Una semana más tarde, Dayan se preparaba para su fiesta de cumpleaños. La celebración sería en unos días en su casa. Afortunadamente, el lugar tenía una estancia y patio suficientemente grande para que todos sus invitados estuvieran cómodos.

—Bien, chicos, ya está todo listo. Nos vamos a divertir a lo grande. No se van a arrepentir —anunció Dayan a sus compañeros, mientras tomaban un descanso en el estudio.

Unos minutos después de que terminó la conversación sobre la fiesta, Dayan se percató de que Adam lucía un poco melancólico. El chico estaba sentado en una silla, con su bajo puesto y tocando las cuerdas al azar. Adam tenía la mirada perdida, así que su amiga se acercó a él.

—De acuerdo, dime, ¿qué te pasa? No acepto que alguien esté triste a vísperas de mi cumpleaños.

Adam solo la miró, le dio una media sonrisa, pero no dijo nada.

—Es por Any, ¿cierto?

Adam se sorprendió de que fuera tan obvio para Dayan.

—¿Terminaron?

—Pero, si ni siquiera hemos empezado —respondió Adam al fin.

—¿Y, por qué no han comenzado algo?

Adam vio que sus otros dos compañeros estaban ensayando con sus instrumentos. No es que no les tuviera confianza, sin embargo, ahora no quería hablar mucho. Pero si necesitaba desahogarse con alguien, así que decidió confesarse con su amiga.

—No sé qué decirle. ¿Y si ella no quiere nada conmigo?

—Adam —dijo Dayan, y puso una mano sobre las de él para que se calmara, pues no podía dejar de moverlas por lo estresado que estaba con el asunto—. Tu le gustas tanto como ella a ti. Ya te lo habíamos dicho, los tres. —Señaló a lo lejos a Elliot y Pablo—. Cuando los hemos visto juntos, hay algo que... —hizo una pausa— no sé cómo nombrarlo. Pero es algo que se nota en las personas que se gustan. Es una chispa que sale cuando miran o hablan con el otro. Ella también te quiere.

—¿Y, si te equivocas?

—Mira cielo, lo siento, pero como tu amiga te tengo que decir esto: déjate de tonterías.

—Ay —dijo Adam, fingiendo que le afectaban las palabras de su amiga. Aunque en realidad si le habían dolido un poco.

—Si no vas y le preguntas, nunca sabrás si ella siente lo mismo. Y, ¿qué harás? ¿Te quedaras para siempre pensando en que hubiera pasado? Y si, puede que ella te rechace. Pero ¿prefieres vivir con la duda para siempre? ¿Siempre sentirte como lo haces ahora? ¿Prefieres perder la oportunidad de estar junto a ella? ¡Arriésgate! —De pronto, ella tuvo una idea— ¿Por qué no van juntos a mi fiesta? La llevas a su casa y allí se lo dices.

Adam meditó las palabras y la idea de Dayan por un momento, y se dio cuenta de que tenía que actuar, y de inmediato.

—Bien. Tienes razón. Lo haré.

—¡Excelente! —soltó Dayan con alegría, mientras alzaba ambos brazos—. De hecho, estaba por pedirle que me ayudara a entregar estas invitaciones. —Sacó una caja pequeña con tarjetas en el interior—. Son para las personas que invitaré de aquí. Entonces, voy a dejar las de ustedes tres con todas las demás, y cuando te entregue la tuya, en ese momento le preguntas que si van juntos —dijo, con una amplia sonrisa.

—Se escucha tan fácil.

—Y tu tan complicado. —De inmediato quitó la sonrisa—. Bien, ¿le dices tu o se lo digo yo?

—No, gracias. No quiero a otro Elliot dando mis mensajes. Se lo diré yo.

—¡Perfecto! —la sonrisa de Dayan volvió, se puso de pie y sin decir más, se fue con los otros dos chicos.

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