Los primeros bellos momentos

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Mientras compartían ese segundo beso siendo novios, aparecieron los otros tres integrantes del grupo entre vítores. Todo el escándalo hizo que la pareja se separara para ver a los recién llegados.

—Pero ¿qué hacen ustedes aquí? —Any se refería a los dos chicos, quienes se suponía no deberían estar a esa hora en casa de Dayan, y menos para quien era la fiesta—. Pablo, ¿qué esto no era para ti? —Estaba muy confundida. ¿Acaso se había arruinado la sorpresa?

—De hecho, no. Esta sorpresa era por ti —respondió el guitarrista.

—¿Qué dices?

—¡Sí, tontita! —Dayan habló—. Tu novio nos pidió que le ayudáramos a preparar esto. ¡Y claro que tenía que decir que si! —dijo emocionada alzando los brazos y enseguida abrazó a Any—. Bienvenida a la familia.

—No están casándose, Dayan —comentó Elliot con fastidio.

—Ay, cállate, Elliot. De todas maneras, ya eres mi cuñadita —dijo aun abrazando a Any y luego recargó la cabeza en su hombro. Any también la abrazó con cariño.

—No puede ser que me engañaran. ¡Todos! —Esto último lo dijo mirando directamente a su novio.

Adam de inmediato la apartó de los brazos de su amiga para ocupar su lugar.

—Lo lamento. —Le dio un beso en la mejilla—. Pero tenía que hacerte venir aquí de algún modo.

—No lo lamentes —dijo ella y luego le dio un breve beso en los labios.

—¡Ay! Yo mejor me voy a buscar algo de beber. Estos van a seguir con mimos —se quejó Elliot y dio media vuelta para volver dentro de la casa.

—Bueno, ahora que ya son novios oficiales, vayan y celebren —sugirió Dayan—. Vayan a estar solitos si quieren. —Levantó las cejas dos veces, insinuando otra cosa.

Any y Adam solo la ignoraron y miraron hacia otro lado.

—O si quieren vamos todos adentro a beber con Elliot.

Y entonces las dos parejas se dirigieron a la casa.

—Dame eso, las pondré en un florero. —Dayan tomó el ramo de rosas de las manos de Any.

Habían estado platicando los cinco un buen rato en la sala de Dayan.

La nueva pareja estaba sentados juntos. Adam abrazándola.

—¿Quieres irte? —preguntó el bajista.

—No, me la estoy pasando bien con los chicos. ¿O tú quieres ir a algún lugar?

—Pues podemos ir a cenar.

—Eso suena bien —sonrió Any—. Vamos.

—Chicos. Any y yo ya nos vamos.

Ambos se pusieron de pie.

—Iremos a cenar y después la llevo a su apartamento.

—¡Ay, si! Vamos todos a cenar —dijo una alegre Dayan. Ya estaba un poco ebria.

—Daya, deja que ellos vayan solos —comentó Pablo—. Seguro quieren pasar tiempo a solas. Además, no creo que Elliot quiera ir y no vamos a dejarlo solo aquí. —Señaló hacia uno de los sofás grandes donde el baterista dormía profundamente que hasta comenzaban a escucharse sus ronquidos.

—De acuerdo, váyanse, chicos. Dense amor —habló Dayan una vez más y luego le dio otro trago a su copa.

Any y Adam se despidieron y salieron rumbo al restaurante donde habían comido juntos por primera vez. De nuevo compartieron una malteada de fresa como postre.

Canción De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora