Capítulo 36

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- ¿Es usted Rafael Collins? -cuestionó el guardia.

-Sí.

-Queda usted arrestado por el asesinato de William Brown.

Esas palabras mataban a Nerea poco a poco, tal como una daga clavada en la espalda que te asesina parsimoniosamente, sin detenenimientos, sin prisas.

- ¡Rafael! -gritó Nerea.

El preso se volvió hacia ella, aunque le costó ante la resistencia de la policía. La miró, posó su vista en ella, al final puede que de alguna forma él supiera que esto verdaderamente iba a ocurrir.

- ¡Vete a casa de tu hermana, no dudes, sólo vete! -imperó Rafael antes de entrar al coche que lo transportaría a la cárcel.

-Te amo- susurró ella levemente ahogada por las lágrimas mientras miles de flashes de recuerdos inundaban su mente.

El coche se alejaba más y más sin que Nerea pudiera hacer nada por evitarlo, su corazón se desquebrajaba lánguidamente cada metro en el que su amor se encontraba más lejos de ella. La idea de verlo marchar sin poder remediarlo, esa impotencia que surge, que la invadía completamente. Esos recuerdos maravillosos y únicos que creía que serían eternos, se volvían frágiles y vulnerables en su pensamiento.

Comenzó a llover y a la par esta empezó a correr, a acelerar el ritmo de los pies sin rumbo alguno, mientras dejaba que la lluvia bañara su traje azul y llorara con ella . Nerea seguía corriendo y los metros pasaban de cinco en cinco, de diez en diez, de veinte en veinte. Al fin se detuvo, cesó su carrera al caer al suelo por un tropiezo y por culpa del cansancio, sus codos estaban demacrados e infectados debido a la suciedad existente en la carretera. Rendida, vencida dejó llevar su cabeza hasta el suelo, justo al girar su cabeza a la derecha encontró una tienda. Tal vez y solo tal vez pudiera ser que este local fuera su salvación.

Se incorporó de la carretera lánguidamente, con las pocas fuerzas que su débil cuerpo albergaba. Cuando por fin se había levantado se descalzó, portó con dos dedos sus zapatos negros de tacón bajo y se dirigió hacia la pequeña tienda en busca de auxilio.

«Soy una mujer fuerte, soy una mujer fuerte. Puedo con todo y más, puedo con todo y más.» Se recitó intentando convencerse.

« ¿A quién voy a engañar? No soy fuerte y ya no puedo más, no puedo seguir aguantando. » Admitió finalmente.

Entró a la tienda decaída, empapada, por suerte había una mujer en la tienda que al verla corrió a auxiliarla, aunque... hay cosas que por mucho que se intenten no se pueden curar.

- ¡Dios mío! -exclamó al ver que el cuerpo inerte y exhausto de Nerea se desplomaba en sus brazos.

****

-Tienes que contactar con Nerea, seguramente estará en casa de la hermana. Por favor hermano- le rogó Rafael.

-Está bien lo haré, en cuanto tenga noticias de ella iré a verte.

-No te impliques en esto John, te traerá mala fama- le aconsejó a su hermano.

«Este hombre está loco, está loco.» Pensó John.

-Rafael eres mi hermano mayor, no dejaré que pierdas tu futuro en una oscura, gélida y mugrienta celda si puedo evitarlo- este persistía.

-Gracias...

-Para eso está la familia, concretamente los hermanos.

Se despidieron y ambos colgaron.

-Usted es Rafael Collins.

Como los trenes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora