Trigésimo cuarto capítulo

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[Deben resolverlo.]

Los minutos pasaron con rapidez, igual que mis pasos. Ya estaba frente a la casa de la manada de Bakugo, y caminaba hacia la puerta. Antes de entrar me puse la bolsita con pastillas en la tira de mi ropa interior. Puse mi mano derecha en la manija de la puerta, y la moví. Al abrirla pude ver la casa por dentro. Todo estaba en oscuridad, y con un gran silencio. Cerré la puerta tras de mi, y di un paso al frente.

— ¿Donde estabas? —la voz de Bakugo se escuchó en la sala.

—Prendí la luz de la sala, y lo pude ver recostado en una pared del pasillo que llevaba a las habitaciones— En casa de un... amigo —dude en decir lo último.

— ¿Un amigo? —una de sus cejas se alzó, inquisidor— ¿o en casa de alguien que ya te has follado? —mi nariz se arrugo, y una mueca de molestia se creó en mi rostro.

— En primer lugar, eso a ti no te importa, pero no, no es ninguno que me he follado, por que si fuera así créeme que no estaría ahora mismo aquí hablando contigo —él se veía algo tenso.

—Se enderezó, y comenzó a caminar hacia donde mi— ¿Para que fuiste a casa de ese "amigo" entonces sino fue para follar? —se detuvo frente a mi.

Eche mi cabeza un poco hacia atrás para poder verlo mejor a los ojos.

— Un tipo lo siguió hasta su departamento —su expresión no cambió— dime tú que hubieras hecho sabiendo que un beta estaba acosando a un omega —me calle para que él pudiera hablar.

— Era un beta, no un alfa —fruncí mis cejas— si hubiese sido lo último le hubiera arrancado la cabeza al maldito enfermo —bufé.

— ¿Estas minimizando el acto de acosar solo por que no es un alfa y es un beta? —pregunte, indignada— te voy a decir algo, Bakugo —me acerqué más a él— un beta también puede violar, agredir, acosar, y poner en peligro a un omega. Los alfas no son los únicos que pueden hacer cosas malas —es increíble que él pensara de esa manera.

Hubo silencio por unos minutos.

— Tienes razón —acepto.

Yo no dije nada, solo dejé escapar aire por mi boca y empuje con levedad a Bakugo con mi hombro para poder caminar a la habitación y buscar una sábana.

No dormiré con él en la cama.

Un agarre brusco a mi hombro provocó en mi un quejido por no esperármelo. Bakugo metió su nariz en mi cuello y olfateó. No me moví, y solo perseguía las acciones de Bakugo con mis ojos. Olfateo mi ropa, y luego volvió a subir a mi cuello.

¿Que hace?

— Bakugo, ¿que haces...? —pregunte, bajo.

— ¿Con quien mas estuviste? —eso me tomó desprevenida— responde —exigió.

—Lo aleje de mi con un empujón— Deja de meterte en mi vida —me di la vuelta para por fin caminar hacia la habitación.

Bakugo me volvió a detener, sosteniéndome con fuerza por mi brazo. Yo forcejeé, y gruñí advirtiéndole que me soltara.

— Suéltame —intentaba hablar lo más bajo posible ya que sabía que los demás estaban durmiendo.

—Con su mano libre tomó mi otro brazo, afianzando el agarre— Tienes tres olores impregnados en ti, solo uno de ellos es débil, pero aún así todos se mezclan con el tuyo —se veía más molesto— ¿con quienes estabas? —lo intente empujar de nuevo.

[Alfas] - Bakugo y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora