17 | de malibú a d.c.

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Tony Stark finalmente obtuvo la respuesta que quería 6 meses después de que él y Athena Clarke hicieran las cosas oficiales. Por supuesto, había esperado todo el tiempo que consideró necesario antes de hacer la pregunta, y pasó la mayor parte de los 6 meses demostrándole a Athena que estaba completamente dedicado a ella y que no quería nada más que casarse con ella eventualmente.

Y así, cuando él le preguntó en su última noche en París, ella dijo que sí, abrazando a Tony antes de que pudiera terminar la pregunta. Durante los últimos 6 meses, se había enamorado más de Tony y había visto a través de todas sus grietas, descubriendo al individuo profundamente defectuoso que se escondía detrás de una máscara de confianza, y lo amaba aún más por cómo se manejaba a sí mismo.

No pensó que fuera demasiado pronto, ya que ella y Tony básicamente habían estado saliendo desde que tenían 20 años, solo que sin el romance. No se sintió apurado cuando le preguntó 6 meses después del incidente con Obadiah, ya que Athena tenía casi 38 años y estaba lista para establecerse y tener una vida con el hombre que amaba.

El anillo no era nada extravagante, ya que Athena había protestado contra cualquier cosa llamativa cuando Tony le enviaba ideas cuando se suponía que ella estaba en el trabajo. Dado que Industrias Stark ya no fabricaba armamento, Athena se quedó sin trabajo, aunque Tony le había dado rápidamente el papel de "Primera Dama de la Industria", un título que creó en el acto cuando escuchó a Athena quejarse de estar aburrida.

En realidad, no hacía mucho más que leer los correos electrónicos de Pepper y recordarle constantemente a Tony acerca de reuniones y conferencias. Su trabajo no era nada elegante, pero tenía que usar faldas y blusas en lugar de sus habituales jeans y camisetas de gran tamaño. En los 6 meses desde que Obadiah Stane intentó matar a Tony Stark, el negocio tomó una nueva dirección, desechando toda su fabricación de armas a favor de una alternativa más pacífica.

La noticia de su compromiso se extendió por todo el mundo como una plaga, y muy pronto Athena tuvo reporteros en su puerta, rogando por los últimos chismes sobre su relación. Tony los rechazó rápidamente, informándoles que su vida privada con Athena seguiría siendo solo eso: privada. Una semana después de su regreso de París, Tony se puso a trabajar en la Exposición Stark, que había decidido revivir una vez más.

Athena se quedó en casa mientras Tony se dirigía a Nueva York para la Exposición, y no lamentó verlo partir. Tony amaba ser el centro de atención; creció en él y fue donde prosperó, pero Athena lo odiaba. Odiaba que los reporteros y los paparazzi la siguieran dondequiera que fuera, y odiaba verse fotografiada en las revistas, con titulares como "ATHENA CLARKE, BÁSICA EN PANTALONES Y CAMISETA SIN MANGAS PARA PASEAR CON SU PROMETIDO TONY STARK" estampado en el frente.

Tony sabía de su incomodidad y nunca la presionó para asistir a algo a lo que ella no quería ir. Él la apoyó, nunca haciéndola sentir tonta por tener esas preocupaciones.

Athena se sentó en casa a ver una repetición de The Big Bang Theory, con un pote de helado en el regazo y su perro acurrucado a su lado. Milo había tomado la mudanza del antiguo departamento de Athena como pez en el agua, y disfrutaba de la libertad y el espacio que le brindaba la casa de Tony, aunque siempre se encontraba acurrucado al lado de Athena todas las noches.

Se despertó sobresaltada después de casi quedarse dormida por el timbre de su teléfono, y cuando contestó se sorprendió al escuchar la voz de Tony—. Hola, cariño, ¿cómo están las cosas?

—Aburridas sin ti —respondió Athena—. Solo estoy comiendo helado y volviendo a ver The Big Bang Theory. ¿Cómo estuvo la Exposición?

—Estuvo genial —dijo Tony, y solo por el tono de su voz, Athena supo que algo andaba mal con él.

—¿Tony? —dijo ella.

—¿Sí, mi amor? —respondió Tony.

—¿Qué pasa?

—Necesito que tomes un vuelo rápido de Malibú a Washington, porque me han dicho que tengo que presentarme ante el Comité de las Fuerzas Armadas mañana a las 9 am —explicó Tony rápidamente—. Te espero en el aeropuerto. Ya están preparando el jet.

—¿Qué? —dijo Athena, empujando sus anteojos sobre su nariz—. ¿De qué estás hablando? ¿Estás en problemas?

—Potencialmente —respondió Tony—. ¿Qué tan rápido puedes llegar aquí?

—No sé, ¿qué hora es allí? —preguntó Athena.

—Las 10 —respondió Tony.

—Si llego al aeropuerto en la próxima hora, puedo estar allí a las 3 —dijo Athena—. Pero espero que sepas que me debes una por hacerme volar por todo el país para ver a gente importante gritarte.

—Te debo mucho —dijo Tony—. Haz las maletas, cariño. Viaja ligero, te veré a las 3 de la mañana.

—Te odio.

—No, no lo haces.

—Ahora mismo lo hago.

Tony se rió—. Bueno, siempre y cuando no me odies cuando llegues aquí.

—Depende —dijo Athena—, de si tienes pizza contigo cuando aterrice.

—Muy bien, una pizza de pepperoni te estará esperando cuando aterrices —prometió Tony—. Me tengo que ir. Tengo un largo viaje por delante.

—¿Vas a conducir desde Nueva York hasta Washington? —preguntó Athena, mientras se levantaba y se dirigía hacia arriba—. No es eso como...

—400 km —dijo Tony—. A ver quién llega primero.

—Definitivamente tú —dijo Athena con un suspiro—. Pero, ¿y Lyanna?

—Tendrás que traerla contigo —dijo Tony—. Es demasiado tarde para llamar a una niñera y Pepper ya está en D.C.

—Está bien, pero espero que sepas que no se toma muy bien que la despierten —refunfuñó Athena—. Te veré en unas horas.

—Lo sé —rió Tony—. Oye, te amo.

—Yo también te amo, idiota —respondió Athena, riendo mientras colgaba y elegía un traje formal de su guardarropa.

Y así, ella y Lyanna estaban en el jet privado de Tony volando por todo el país, dejando a Milo en las hábiles manos de Jarvis y la máquina de alimentación automática que Tony instaló cuando ella se mudó en caso de que alguno de ellos estuviera fuera o se olvidara de alimentarlo. Era principalmente para Tony cuando Athena estaba en el trabajo porque apenas recordaba comer su propia comida.

Las dos durmieron en el avión, y cuando aterrizaron en D.C, Tony y Happy las recibieron, el primero de los cuales sostenía una caja de pizza en sus manos.

Mientras Athena caminaba hacia ellos, sonrió—. No pensé que me comprarías pizza.

—Bueno, una promesa es una promesa —dijo Tony—. Aunque es posible que haya comido algunas rebanadas.

—Está bien —dijo Athena, antes de golpear el brazo de Tony—. ¡Sabía que esto pasaría! Sabía que tendrías problemas con el gobierno por quedarte con tus trajes.

—Lo sé, me lo dijiste —dijo Tony—. Pero, ¿podemos simplemente ir a nuestra habitación de hotel y dormir? Porque mañana es un gran día para mí.

—Y tendrás suerte si te sales con la tuya —se quejó Athena, tomando la mano de Lyanna y siguiendo a Tony fuera del aeropuerto.

ATHENA | Tony Stark ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora