VI

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Habían pasado ya algunas semanas y el alba en Londres era verdaderamente escasa debido a la gran acumulación de nubes y abundantes lluvias, de entre los rincones más olvidados y desagradables de Whitechapel amanecía una prostituta, con su rutina matutina.

Kim Jisoo, siempre después de trabajar y dormir unas horas se levantaba a asearse como era costumbre en aquel tiempo, debido a los pocos alcantarillados de la ciudad, el agua tratada del río Támesis era su única fuente de aseo, mojaba algunos paños en un balde que contenía agua caliente, se aseaba las axilas, entrepierna, rostro y pies... Se arreglaba un poco, al menos lo que para ella consideraba normal, un vestido sencillo, un corsé viejo e insípido, su cabello suelto, un sombrero, una canasta y listo. Miraba una foto vieja que había arrancado de un periódico, una casa en medio de una pradera, siempre quiso vivir así, lejos de la ciudad.

Luego tomó su bacinica con sus desechos y abrió la ventana para arrojarlos a la calle ─ ¡Aguas! ─ gritó desganada.

─ ¡Mierda! ─ escuchó la voz de un hombre, pero no le dio importancia.

─ Otro día más ─ suspiró, tomó sus llaves y se persignó antes de salir ─ hagamos que valga la pena. ─ y salió de su casa directo al mercado.

En el mercado la chica lograba pasar desapercibida, cuando no se le veía como prostituta cualquiera podía pensar que era una mujer muy normal. Llevaba ya papas, leche, pan... Era la típica dieta de aquel entonces, porque todo era bastante caro... Sin embargo, había algo que a Jisoo le encantaba y que en muy pocas ocasiones podía darse el lujo de comer, y era el pollo.

Con el dinero que Jennie le había dado, más lo que juntó con su ultimo cliente, tenía lo suficiente para poder comprar al menos un pollo, era un lujo y estaba dispuesta a conseguirlo.

Justo ahí entre la multitud que rodeaba el puesto de animales de granja, un hombre grande y gordinflón le atendía ─ Un pollo ─ pidió la mujer, el hombre miró hacia las jaulas y notó que sólo quedaba la última gallina, pero de pronto una voz más delgada pidió exactamente lo mismo a otro chalan que estaba en un extremo.

─ Un pollo, por favor ─ decía otra chica.

Jisoo miró a la mujer y luego se alertó para ver al hombre fornido, el chalan y el señor casi chocan al querer tomar el mismo pollo. ─ La señorita me lo pidió primero ─ dijo el hombre.

─ No, a mi me lo pidieron primero ─ dijo el chalan.

─ Yo le pedí primero, pagaré por el ─ dijo Jisoo estirando su mano con las monedas en ella.

─ ¡Perdón! ¡Pero yo lo necesito, pagaré el doble por el! ─ dijo la joven cubierta del rostro con un sombrero.

─ ¡Oiga! ¡Eso no es justo, yo lo pedí primero! ─ gruñó Jisoo.

─ Si, pero yo pagaré más ─ sonrió la joven estirando su mano para tomar el pollo. Jisoo se apresuró a sacar todas sus monedas, pero los centavos que tenía no eran suficientes para llegar al precio.

─Lo siento señorita, pero el que paga más manda ─ dijo el chalan. El señor detuvo entonces al chalan al ver que Jisoo estaba roja como un tomate, se giró a la chica de alado y la empujó.

─¡¿Cómo se atreve vieja presumida?! ¡yo llegué primero! ─ gritó, y al empujarla el sombrero de la chica cayó al suelo revelando la joven que se ocultaba tras de éste.

─ ¡Tu! ─ espetaron las dos al mismo tiempo.

─ Oh no, no me va a ganar una criada ─ dijo Jisoo arremangándose los brazos.

─ Lo siento, pero el que paga manda, y al parecer las prostitutas no ganan más que las criadas ─ se mofó sonriéndole al chalan, cuando estiró su mano para pagar y éste tomaba el pollo para cortar su cabeza, la surcoreana se enfureció le echó encima un balde con leche que tenía.

LA MERETRIZ - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora