III

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A la punta del sol en la mañana la joven Roseanne Park ya estaba despierta, se había concentrado en sus labores matutinos con la limpieza del hogar, sin embargo, pasó al menos cinco veces frente a la habitación de los Wyllson, era increíble cómo Lisa podía dormir a tan altas horas de la mañana. Intentó tocar la puerta y llamarla, pero se había arrepentido al considerar que por la noche que tuvo Lisa, ésta no quisiera ver a nadie, era triste pues veía a la señora Wyllson llena de una alegría singular y un entusiasmo que la caracterizaba por involucrarse en lo que para ella consideraba insignificante.

─ odioso amo Adam ─ gruñó con la escoba en manos ─ si lo tuviera enfrente apretaría su pequeño pescuezo y... ─ apretaba el palo de la escoba mientras fruncía el ceño ─... pero es mi amo ─ dijo cabizbaja. Miró por última vez la recamara y soltó un largo suspiro para después disponerse a terminar lo que estaba haciendo.

No fue así, hasta que el sonido de algo romperse en el interior de la habitación la alarmo, parecía como algo vidrioso, y por el susto a que la señora Wyllson corriera peligro, la joven sin avisar se tomó el atrevimiento de entrar en la habitación.

Ahí vio a la refinada señora Wyllson, que estaba con un camisón blanco, sus largos cabellos rubios enmarañados y su ceño fruncido tras cada gruñido que emitía al arrojar cualquier objeto que se le cruzara por enfrente. Rosé tenía la boca desencajada, la imagen de Lisa destrozando la habitación, era sin duda todo lo opuesto a lo que debía ser una mujer refinada ─ ¡Señora Wyllson! ─ gritó, al ver cómo Lisa seguía por la habitación, tomó un estuche de madera que estaba en su tocador y vació todas las alhajas que contenía, al no ver nada entre los objetos golpeó el tocador con la palma de su mano y arrojó dicho alhajero contra el suelo haciéndolo romper.

Rosé corrió enseguida y sostuvo la mano de Lisa antes de que arrojara otro objeto ─ ¡Cálmese! ¡Por favor! ¡Deje de arruinarlo todo! ─ pidió, pero la rubia se quitó de su agarre y fue hacia el costado de su cama, revisó el cajón de un burocito que tenía a lado y lo desencajó por completó tirando las cosas al suelo. Se veía desesperada y rota, era lo que su criada podía notar ─ ¡Señora Wyllson, pare de arruinarlo todo! ─ pero Lisa seguía inmutada en lo que hacía ─ ¡¿Quién cree que va a tener que limpiar todo ése desastre?! ─ soltó Rosé ─ ¡Me está haciendo el trabajo más difícil! ─ éstas palabras fueron clave para que Lisa dejara de destrozarlo todo, la joven rubia aún sentía empatía y por un arrebato inmaduro se dejó llevar por el enojo sin considerar que era a los criados a quienes perjudicaba.

Lisa se tumbó al suelo y se recargó sobre la cama, Rosé se aproximó y empezó a recoger cuantas cosas había en el piso para depositarlas en el cajón ─ No está ─ soltó la rubia con una voz áspera y dolorosa. Rosé levantó su mirada y vio a Lisa con la piel más roja que un tomate, sus ojos miel estaban vidriosos y su ceño cansado ─ Mi collar, no está ─terminó de decir.

─ ¿Su collar? ¿Está buscando un collar? ─ preguntaba Rosé, creyendo tontamente que Lisa destrozaba todo por lo que hizo el señor Adam, no porque buscara un simple collar

Lisa se señaló el cuello y miró a su criada ─ Lo perdí Rosé, mi padre me lo obsequió desde que era niña, tenía la foto de mi madre y la de él ─ se quebró su voz ─ ¡Cómo pude ser tan estúpida al perderlo! ─ gruñó lanzando una pequeña almohada que estaba a su lado.

Rosé la miró con ternura, y sonrió ─ Señora Wyllson, lo buscaremos por usted, pero no haga más destrozos ¿está bien? ─le cuestionó sentándose a su lado, Lisa sorbía de su nariz y asentía cual niña pequeña que acaba de caerse ─ Le prometo que encontraré su collar, pero usted hágame el favor de levantarse y prepararse, una dama con usted debe lucir siempre presentable... ─ Lisa seguía cabizbaja ─ ¡Ya sé! ¡Le diré a Doris que le prepare un poco de chocolate caliente, con pan y mermelada! ¡¿Suena delicioso, cierto?! ─ intentaba animarla, Lisa esbozó una sonrisa ladina, puesto que el entusiasmo de su criada de alguna manera la estremecía.

LA MERETRIZ - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora