XXIV

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En aquel tiempo, no se contaba con la tecnología suficiente para la medicina legal forense y mucho menos para estudios criminalísticos, porque de ser así, no habría tomado tanto tiempo aquella ardua investigación para poder dar con el primer asesino en serie que había puesto a todo Londres de rodillas, tanto así, que ni la mismísima Reina Victoria aún y con todo a su merced logró capturar, al más temido del siglo XIX en el que por primera vez, se acuñó en la famosa Inglaterra como el primer caso tan atroz que no solo atentó contra la vida de cinco prostitutas, si no que la bajeza y bestialidad de sus actos eran más que nada de un psicópata enfermo que descuartizaba a las pobres mujeres por mero placer.

Lamentablemente, aquel asesinato había sido el peor de la historia en Whitechapel, parecía como si el mismo demonio se hubiera tomado el tiempo para divertirse con su víctima, el interior de aquel departamento era un mar de sangre, un matadero batido entre trozos de carne y huesos convertido en el más temible y sanguinario lugar, un acto en el que figuraba como la despedida de "Jack el Destripador".

─ ¡Aaaah! ─ un grito gutural resonó desde el último piso

Lisa subió despavorida, su corazón le latía a mil por hora, sus piernas daban unas zancadas admirables, jamás en su vida había sido así de rápida. En cuanto llegó, sus ojos buscaron de entre algunos curiosos el origen de los gritos, cuando de pronto estos se detuvieron en lo que parecía el departamento de Jennie.

En ése momento, lo peor pasó por su cabeza.

Al acercarse cada vez más, su mirada descendió poco a poco, hasta que finalmente pudo admirar la escena completa.

─ ¡Jennie! ─ gritó dejándose caer al suelo.

Sus manos tentaron el rostro de la meretriz, ella había caído sobre el piso manchando todas sus vestiduras de sangre, así como su cabello y rostro. Aquello parecía una carnicería.

─ Jennie, por favor, despierta ─ sollozaba golpeteando el rostro de la chica.

─ ¡Alguien llame a la policía! ─ gritó una mujer que llegaba detrás mirando aquella atónita escena.

Enseguida Lisa levantó el rostro, y al girarse vio entonces esfumarse todo lo bello, si es que aún existía, lo que podía contener la vida... ¿Cómo era posible que alguien fuese capaz de aquello? En ése momento, todas sus esperanzas se redujeron a casi nada, simplemente se resguardaron en la meretriz que tenía entre sus brazos.

─ ¡Ya viene la policía! ─ gritaban unos.

La rubia arrastró a Jennie al exterior del apartamento, haber escuchado la palabra "policía" la puso en alerta.

****

El aturdidor disparo de la escopeta rugió contra uno de los muros de la casa, Rosé se quedó petrificada mirando como aquel agujero en la madera estaba a tan sólo unos pocos centímetros de su cuerpo .

─ ¡Ahora quiero que te largues de mi casa! ─ le gritó Adam con el arma en manos ─ Mi padre habrá sido condescendiente contigo al darte empleo, pero yo soy diferente. Debí haberte echado en cuanto tuve la oportunidad ─ aunque sus palabras fueran pragmáticas, éstas sonaron como si el hierro hirviendo sobre la piel, los ojos del señor Wyllson eran como los del mismo Diablo. Rosé los contempló con tanto temor que incluso llegó a cuestionarse "¿Cómo un ser humano podía albergar tanto odio en su interior, que hasta lo suda en la mirada?" ─ ¡Largo! ─ gritó con más fuerza.

Rosé tembló al instante, intentó ir por su pequeño costal, pero Adam ni siquiera se lo permitió en cuanto volvió a cargar la pistola y apuntar hacia ella ─ ¡Dije que te largues!

La criada no pudo evitar llorar, aunque no era la primera vez que la trataban como a un perro callejero, nunca en su vida podía acostumbrarse a tan malos tratos, pero como ahora se comportaba el señor Wyllson era lo peor, era todo lo opuesto a la señora Wyllson.

LA MERETRIZ - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora