VIII

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Al día siguiente Lisa se había levantado desde muy temprano, a pesar de que toda la noche no pudo conciliar el sueño.

Tenía un dolor en el pecho que no la había dejado dormir, no sabía si era por Adam o por cómo trató a la meretriz.

─ Señora Wyllson, ¿quiere que le sirvamos el desayuno? ─ preguntó una criada.

Lisa asintió, pero antes de que la criada se marchara le llamó ─ ¿Ha visto a mi criada, Rosé? ─ la mujer asintió.

Minutos más tarde, la puerta de la recamara de Rosé se abrió abruptamente, la criada gruñó, pero al abrir los ojos su piel se tornó blanca al ver a su jefa parada frente a ella con una ceja arqueada.

─ Señora Wyllson ─ dijo asustada.

─ Supongo que ésta botella no es precisamente algo medicinal ─ dijo Lisa sosteniendo la botella con ginebra.

Rosé solo pasó saliva con fuerza.

─ Por favor, no me despida. Lo lamento mucho, solo quería descansar un poco ─ rogaba la pobre criada siguiendo a Lisa por toda la casa, mientras los empleados seguían limpiando. La rubia estaba poniéndose sus guantes y buscaba su sombrilla para salir ─ se lo suplico Sra. Wyllson, no volverá a ocurrir, le prometo que...

Lisa se detuvo en seco y la miró ─ No te voy a despedir, Rosé. No me molesta que te diviertas, sólo que estaba algo preocupada, es todo ─ murmuró.

Rosé frunció el ceño ─ ¿Va a salir?

─ Si, iré a la empresa de mi esposo─ avisó altiva.

Rosé casi grita de la sorpresa ─ ¿Él lo sabe? ¿Sabe que irá? ─ preguntó.

─ Él sigue durmiendo, no veo por qué no deba ir

─ Se molestará si lo hace sin avisar ─ comentó Rosé.

─ No me importa, de todas formas, siempre se molesta. ─ dijo saliendo de la casa.

Bugels estaba en el coche, y en cuanto vio a Lisa ésta le pidió que la llevara a la empresa de su esposo, mientras Rosé la seguía para detenerla ─ Por favor, no lo haga. ─ pidió jadeante. ─ ¿por qué quiere ir?

─ Porque quiero hacerlo, es todo ─ dijo Lisa.

Rosé la miró confundida ─Lisa, ¿hay algo que no me ha dicho? ─ preguntó incrédula.

Lisa se mordió los labios ─ Tengo curiosidad por ver las condiciones de los trabajadores, es todo. ─ dijo.

─ Bien, la acompañaré. Si algo sale mal al menos sabré cómo ayudarla ─ sugirió.

Lisa puso sus ojos en blanco y asintió, ambas mujeres subieron entonces al carruaje, en el camino observó detenidamente a su criada, ésta se veía feliz, cantaba una dulce melodía y se distraía con cualquier cosa que pasara por la calle.

─ ¿Con quién estuviste anoche? ─ preguntó la rubia.

Rosé se paralizó ─Solo con Doris y una amiga, es todo.

─ ¿Una amiga? ─ preguntó Lisa.

─ Ya sé que no debí haber preparado nada y mucho menos invitar a alguien, que teníamos mucho trabajo, pero...

─ Te he dicho que eso no importa, por mi puedes hacer las celebraciones que quieras, pero avísame para que mi esposo no se entere antes y te castigue. ─ dijo Lisa dedicando una dulce sonrisa. Rosé asintió ─ pero aún no me has dicho quién es tu amiga.

─ Es sólo una vieja amiga de hace años, me la encontré en el mercado y la invité.

Lisa achicó sus ojos y asintió incrédula ─Pues deberías invitarla más seguido ─ sugirió la rubia ─ digo, si es ella el motivo del porque estas tan feliz esta mañana no encuentro ningun inconveniente.

LA MERETRIZ - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora