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Era una tarde hermosa, Lisa estaba admirando el enorme jardín que tenía la propiedad junto a una caliente taza de té, tenía un libro en sus manos, no había comido, simplemente se había recostado en una silla frente al zaguán del acceso principal de su hogar.

Desde que volvió del burdel se sintió pensativa, no tanto por el terrible asesinato de la prostituta, no quiso leer la nota del periódico, era aterrador cómo había gente tan enferma capaz de cometer actos tan aberrantes, más bien le inquietaba la meretriz de ojos gatunos, sin duda era una mujer bastante orgullosa, pero Lisa sabía que dentro de ese corazón de piedra existía una mujer dulce y tierna, lo sabía por los pequeños detalles que esta manifestaba, su forma de mirarla no era indiferencia ni dureza, era tierna y atenta, lo supo las veces que la rescató, su atención por los detalles en que la procuraba cada vez que se desmayaba era cálida; todo aquello en tan misteriosa mujer la estremecía, y no podía evitar pensar en ella, tanto que aunque fuera sólo para discutir quería volver a verla, no entendía por qué, sólo sabía que cuando estaba con ella se sentía viva, como nunca antes se había sentido así.

Pronto el sonido de las campanas de un reloj de pared avisó la hora, tres de la tarde, la hora del té había terminado y su esposo llevaba ya media hora de retraso.

Un problema que tenía sin resolver.

─ Señora Wyllson ¿comerá o esperará a su esposo? ─ preguntó Ágata asomándose al zaguán.

Lisa la miró y asintió ─ sí, yo creo que he esperado suficiente ─ sonrió gentilmente.

Ahí estaba ella sentada en un extremo de la mesa con todo servido completamente sola, si tan sólo tuviera a una hermosa meretriz de ojos gatunos frente a ella, de qué hablarían. Sonrió comiendo un poco de la crema que tenía en su plato, cuando la puerta de la casa se abrió abruptamente. Lisa frunció el ceño y dejó la servilleta de su regazo sobre la mesa, se levantó y le ordenó a la criada que sirviera otro plato, cuando caminó hasta el recibidor divisó a Adam, vestido elegantemente despojándose de un abrigo y un gran sombrero.

Volvió a la mesa y tomó asiento, colocó la servilleta sobre sus piernas y tensó la quijada, luego los pasos de su esposo se aproximaron hasta entrar al comedor. ─ ¿Pensabas comer sin mí, cariño? ─ preguntó Adam con un tono petulante.

Lisa estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no perder los estribos, no quiso responder sólo volvió a comer, Adam frunció el ceño al no obtener una respuesta, odiaba sentirse ignorado, por lo que se acercó a la rubia y le plantó un amplio y brusco beso en la mejilla de manera socarrona, Lisa sintió que su sangre se elevó, apretó sus manos en un puño pero se contuvo de responder, sentía que Adam se burlaba de ella, lo odiaba ahora más que nunca, inclusive agradeció a sus hermanas por tantos años de entrenamiento para no sucumbir en agresivos arrebatos. Adam se sentó frente a ella, colocó la servilleta en su cuello y agradeció a la criada que le servía la comida, Lisa lo miraba molesta "¿Desde cuándo es tan agradecido?" ─ ¿En dónde estabas? ─ preguntó indiferente.

Adam frunció el ceño ─ Viaje de negocios, te lo dije. ─ espetó.

─ Si, pero pregunté en dónde ─ corrigió la rubia.

Adam soltó sus cubiertos con enfado y resopló ─ ¿Qué es esto, un interrogatorio? ─ soltó un tanto furioso.

─ Es lo que sea, pero contesta mi pregunta ─ Lisa estaba echando fuego por sus ojos, ahora que estaba segura que Adam la engañaba, tomó un poco de coraje para poder desafiarlo.

─ No tengo por qué darte motivos de mi trabajo, tu lugar es ser mi esposa no mi padre, y como esposa ya deberías empezar a considerar la idea de que no me funcionas si no me...

LA MERETRIZ - JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora